Capítulo 33

73 15 4
                                    

Mikhail


Llevo horas intentando ponerme en contacto con Adán, pero es imposible. «¿Me estará ignorando? ¿Se ha olvidado de mí? ¿Qué cojones está pasando?», pienso de los nervios. Él era el que me insistía en la relación, él me buscó, ¿por qué ahora ha desaparecido? Prometió llamar, pero sólo me dejó un maldito cheque después de acostarnos.

Está acabando otro día, y cada vez me cuesta más mantenerme en la esperanza.

Suena mi teléfono; es el del trabajo. Miro el nombre: «André».

—Esto es lo que me faltaba. ¿Para qué llama si está en París? —gruño molesto, pero sé que debo descolgar, porque algo trama—. ¿Diga? —respondo con tanta serenidad como me es posible.

—«Escucha» —dice con un tono oscuro.

Oigo un par de voces.

—«Si te han pasado el teléfono de Mikhail es por algo».

—«Es por trabajo; quería unas fotos, ya lo sabes».

—«Entonces, prométeme que no te has encaprichado del puto ese».

—«Menuda gilipollez. No, claro que no me he encaprichado».

—«Así que no sientes nada por ese tío, ¿verdad?»

—«Te aseguro que no me he enamorado de ningún "puto"».

Me ha dejado totalmente en blanco. Era Adán negando muy rotundo lo nuestro. ¿Por qué? ¿Por eso no he podido saber de él?

—«Te dije que lo borraras de tu agenda» —sentencia André con la voz llena de sombras—. «Adán no es para ti, es mío».

«Es una treta de este cabrón», pienso sin poder creer lo que he oído.

—Yo... —No me salen las palabras.

—«Olvídate de él, ¿estamos?».

—¿Por qué? Que yo sepa, no quiere saber nada de ti —espeto al fin.

Suelta una risa de escarnio.

—«Claro... ¿Te crees que hasta ahora ha estado sólo trabajando?».

—No es cierto —musito destrozado.

—«No te ha llamado porque no ha querido, ni podido porque estaba conmigo».

El mundo ha quedado en silencio. He colgado; ya no quería oír más. Poco después vuelve a sonar el teléfono. No contesto. Se calla. Suena una vez más. Lo ignoro. Sólo puedo imaginarme a Adán con André y me está matando. Me llaman una tercera vez. Contesto sin saber la razón, quizá porque insisten mucho y podría ser importante.

—¿Sí? —pregunto sin ánimos.

—«Mikhail... Dios, por fin...» —dice Adán, encendiéndome.

—¿Qué cojones quieres? —pregunto sin poder tragarme el enfado.

—«¿Qué...? ¿Por qué me hablas así? ¿Qué pasa?».

—¡Me hiciste creer en ti! —Siento que he sido un maldito juguete, uno que ha usado y ha tirado sin contemplaciones.

—«Pero ¡¿qué pasa?!».

—¡Si la realidad es que no puedes enamorarte de un puto, ¿por qué me diste esperanzas?! —exclamo, temblando de la rabia.

—«¿De dónde te sacas eso?».

—Me ha mandado la conversación grabada —espeto con dolor.

—«¡No es lo que crees!».

—¿Qué otra jodida interpretación puede tener lo que le has dicho? Ha quedado claro que es una gilipollez pensar que puedes estar encaprichado de un puto.

—«Eso ha sido por...».

—Dijiste que llamarías, que querías algo conmigo..., pero llevo dos días llamándote. ¡Dos putos días sin saber nada de ti! Y me viene André con eso y con que has estado con él.

—«¡¿Qué?! ¿Y le crees? ¡¿En serio?! Porque te juro que lo he intentado, que yo no...».

—¡Basta ya de mentirme! —grito sin poder contenerme—. Ah, y el dinero te lo podrías haber metido por donde te cupiera; me acosté contigo porque lo deseaba de verdad, no para que me pagaras; pero como sólo soy un puto... —Acabo tirando el teléfono contra la pared, destrozándolo del mismo modo que Adán me ha destrozado el corazón.

La tentación de AdánWhere stories live. Discover now