Capítulo 58

45 11 0
                                    

Adán


Después de asegurarse de que estoy bien, Mikhail me ha dicho que me llevaría a mi piso, pero que tenía que pasar por su casa para cambiarse y adecentarse después de una noche de «dormir» en el sofá.

—Te dejo en casa y...

—¿Puedo ir contigo a tu piso? —interrumpo; me gustaría estar con él todo el rato posible.

—Claro.

—Yo iré a decirles que ya llegaréis —indica Mama Rose, sonriendo cariñosa.

No la conozco mucho, pero actúa como una madre tanto con Mikhail como conmigo, lo que, por alguna razón, me da la sensación de tranquilidad y me hace sentir melancólico; hace tanto que perdí a mi madre que no recordaba lo que se sentía.

Nos despedimos de ella, que se va con su coche, un precioso Escarabajo de color rosa; no sé de qué año es, pero debe tener ya unas cuantas décadas, aunque se ve nuevo. Pienso que le va que ni pintado.

Mikhail y yo nos vamos después. Nos hemos quedado callados todo el trayecto. Llegamos, y estaciona en el aparcamiento de su edificio. Antes de que salga, le agarro la muñeca.

—¿Pasa algo? —Parece preocupado.

—¿Te ha disgustado lo que he dicho antes?

—¿El qué?

—Lo de que me sentía feliz por lo que le ha pasado a...

—No, claro que no. Entiendo que te sientas bien después de lo que hizo y de asustarte tanto. Sólo tú conoces tus sentimientos, y habrá sido muy estresante estar tan asustado. —Pone la mano en mi nuca y se acerca—. Mi opinión de ti no ha cambiado en absoluto. Sigo creyendo que eres el mejor hombre que podría haber encontrado.

—¿De verdad?

—Es más, aún sigo pensando que eres demasiado para mí.

—Eso no...

Me calla con un beso muy tierno y lento. Cuando pretende separase, soy yo el que lo atrapa, apretando su camisa para tirar de él hacia a mí.

—No llegaremos a cenar —susurra, tan pegado a mis labios que los suyos rozan los míos en cada palabra.

—Te he echado de menos.

—Lo siento, no quise dejarte solo.

—Perdona, no pretendía hacerte sentir mal. Me refería a que me he acostumbrado a tenerte todo el día para mí, así que, cuando pasamos tanto rato sin vernos...

—Pero ahora que te mudas, habrá que acostumbrarse a esto, ¿no?

—Ya, por eso... —Rozo mi nariz con la suya—. Ahora que estamos solos, quiero disfrutarte un poquito.

—Subamos y...

Pero no puedo separarme. Lo beso una y otra vez con calma, perdiéndome en lo mucho que me gusta lo que me hace sentir Mikhail. Después de las últimas horas de angustia, estar con él es justo lo que necesitaba, lo que me apetece y quiero.

No puedo contenerme. Con cada caricia y beso, me enciendo más y más, deseando fundirme con él y no volver a separarme. Desabotono su camisa sin pensar que estamos en el coche. Tampoco me importa; sólo quiero ver su cuerpo, tocarlo y saborearlo. Lo empujo contra el asiento para alcanzar su pecho con la boca. Está para comérselo...

—Ah... —gime excitado y dolorido al sentir el mordisco.

Lo miro y sonrío. Me encanta ver que puedo provocar a un hombre tan sensual y con tanta experiencia a sus espaldas; todavía sigo sin poder creerme que yo le ponga tanto.

Siento sus dedos entre mis cabellos, acariciándome y, cuando clavo los dientes, aprieta, tirando de ellos.

Quiero más, mucho más. Lo quiero todo.

Mis manos acaban en su cinturón y su bragueta, pero me detiene.

—No me pares —imploro hambriento.

—Sólo un segundo. —Mueve el asiento hacia atrás, dándome más espacio—. Mejor, ¿no?

Sonrío antes de relamerme. Ansioso, dejo libre su deliciosa erección. Después de tanto estrés, lo único que deseo es disfrutar, y ver y oír a Mikhail en éxtasis me está encantando, además de poder sentirlo dentro de mí.

—A-amor... Ah... —susurra casi sin aliento—. Des-pacio...

Pero no puedo cumplir su petición. Necesito dejar salir todo el caos que se me ha acumulado dentro en forma de energía, y es lo que hago, devorarlo con ganas.

Siento a Mikhail moverse al son de mi vaivén. Aprieta mi cabeza contra él, aunque lo hace con cierta delicadeza para no hacerme daño o no atragantarme. Hasta siendo rudo es todo un caballero.

Su voz se escapa cada vez con más fuerza. Sus movimientos son más intensos. Sus dedos me agarran el pelo con fuerza. Y yo sólo pienso en que pronto me dará la muestra de su orgasmo, y lo quiero, lo deseo...

—A-Adán... Ah... Mi... amor...

Se tensa. Me llena.

Trago y sigo moviéndome, asegurándome de no dejar nada por llevarme. Y sin liberar su delicioso miembro, lo miro.

Su respiración está acelerada y casi no puede mantener los ojos abiertos. Él también ha pasado una noche horrible, y acaba de relajarse de golpe.

Voy sacando despacio su miembro de mi boca. Luego lo lamo varias veces antes de besarlo.

—¿Bien? —pregunto sin incorporarme, regalándole más besos por el vientre.

—Demasiado... rápido... —dice sonriente—, pero... maravilloso.

—¿No se hacía tarde?

—Un poco, pero... no hemos acabado.

—Por mí no te preocupes. Me apetecía consentirte, nada más.

—De eso nada. Yo no me quedo sin darte lo tuyo.

Su sonrisa pícara es demasiado para negarse a lo que pida, pero el móvil suena. Respondo y es Fran preocupado por lo que estamos tardando. Cuando cuelgo, miro a Mikhail pidiéndole disculpas.

—Tenemos que irnos, ¿no? —pregunta con desgana.

—Va a ser, que ya está la cena.

—Mm...

Me echo a reír al verle la cara de niño decepcionado.

—Tenemos muchos ratos por delante —digo, encantado con esa idea—. Pero hoy toca pasar el rato en familia.

Al final, parece un poco convencido, pero sé que, por él, me habría tenido en el coche desnudo durante horas.

Subimos a su piso. Ambos nos aseamos y adecentamos lo más rápido que podemos y nos vamos.

El ambiente está más relajado, así que charlamos un poco más, aunque de nada en concreto, sólo de lo que haremos durante la semana. Yo curraré desde casa una semana más; no quise pillarme más días de baja, pero Lola quiere que descanse lo máximo posible; y Mikhail, de momento, trabajará en La vie en Rose hasta encontrarse a sí mismo; lleva tanto tiempo encerrado en el mismo trabajo que olvidó lo que quería hacer.

Me siento mucho mejor cuando abro la puerta de mi nuevo hogar. Estoy feliz de tener a Mikhail, a mi familia y a la suya; nuestros mundos se han unido muy bien, y espero que todos los cambios sean para vivir la vida que siempre quise. Con todo lo perdido, quiero disfrutar al máximo de lo que me queda, de lo que he ganado y de lo que está por llegar.

Pasamos el umbral del pasillo, llegando al salón y, de golpe, Fran le planta una bofetada a Mikhail, dejándonos a todos parados.

Creo que he corrido mucho al pensar que todo estaba bien.

La tentación de AdánWhere stories live. Discover now