Capítulo 50

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Adán


Han pasado tres semanas y he logrado encontrar un apartamento bastante cerca del trabajo a un precio razonable, el cual he adecentado, pintado y amueblado con muebles nuevos, porque no quiero usar los que elegí con Borja. Vuelvo a tener teléfono. Puse mi casa en venta. Todo ha sido un caos, haciéndome sentir mucha presión con tanto cambio.

Acabo de hablar con Fran, que está con los chicos y sus respectivas damas; yo no he querido salir, me siento algo cansado, con la cabeza un poco ida. Pensar en que voy a dejar mi casa, que me voy a deshacer de ella... Pese a todo lo que siento por Borja —básicamente odio—, recuerdo lo feliz que fui cuando la compramos y cuando nos mudamos llenos de sueños.

Estoy sentado al borde de la cama, con los codos apoyados en las piernas y la cabeza sujeta por las manos, las cuales cubren mis ojos llorosos.

—Cariño, ¿qué quieres cenar... hoy? —Mikhail se queda en la puerta unos segundos antes de reaccionar y correr a mi lado, se acuclilla y me acaricia los cabellos—. ¿Va todo bien? ¿Qué ocurre, mi amor?

—Lo... lo siento.

—¿Por qué? ¿Qué pasa?

—Siento preocuparte —digo, alzando el rostro, retirando las lágrimas, luchando por mantener las formas—. Pensaba en tonterías, no te...

—No me mientas —pide serio, algo que me hace temblar.

Agacho la vista.

—Perdona, no era mi intención. Sólo quiero evitarte aguantar mis... —Suspiro y trago con fuerza; no deseo llorar delante de él—. No quiero molestarte.

—Y no me molesta que me cuentes lo que te ocurre; si algo te preocupa, estoy aquí. —Coge mi mano y la besa con amor.

—Fran y los chicos me ayudarán a llevar mis cosas de la casa al piso —musito con pesar.

Dejo mi hogar, dejo el de Mikhail... Siento que no tengo nada, así que me encojo y vuelvo a temblar por el esfuerzo de no llorar.

—Los cambios abruman, asustan y son tristes, pero es bueno para ti. —Coge mi barbilla con ternura y me gira el rostro, haciendo que nos encontremos—. Yo estaré contigo, aunque no pasemos los días juntos como ahora, seguiré queriéndote.

—Lo sé, pero no es sólo eso.

—Me lo imagino; dejas atrás un hogar que creíste que era el de tus sueños; pero lograrás ser feliz de nuevo.

Asiento sin poder ni hablar. Me dejo caer de lado, acabando con la cabeza sobre la almohada. Mikhail se pone en pie y levanta mis piernas, posándolas sobre la cama. Acaba tumbándose tras de mí, abrazándome y besándome en la nuca.

—Descansa —susurra con amor.

Acabo por dormirme tras haberme calmado entre caricias y besos. Por la mañana, bastante temprano, me despierto solo en la cama.

—Mm... ¿Misha? —pregunto adormilado.

—Buenos días —dice asomando por la puerta, se acerca y me besa en la frente—. ¿Has dormido bien?

—¿Qué hora es?

—Temprano.

—¿Por qué no me has despertado cuando te has levantado?

—Quería dejarte descansar y, además, tengo un buen desayuno preparado para ti.

—Mm...

—¿Qué? ¿No te gusta la idea?

—Sí...

Me acaricia el rostro, parece inquieto.

—¿Va todo bien?

La tentación de AdánWhere stories live. Discover now