Capítulo 77

32 7 0
                                    

Mikhail


Mientras Adán está trabajando, dando un paseo, me voy a una cafetería a pedir los cafés. Veo unas galletas con chocolate y sonrío; sé que a mi hombre le encantan, así que eso es lo que le voy a llevar, para alegrarle la mañana.

Durante la espera en la cola, sólo hago que pensar en él. Estoy algo preocupado, ya que no sé si está preparado para volver al estudio. Sé que Adán es fuerte, que no es un ser delicado al que he de proteger, pero está enfermo, y quiero cuidar de él. La ansiedad que está sintiendo estos días, podría presentarse al entrar de lleno a ese lugar donde André se hará muy presente.

Hace ya un ratito que entró a la sesión. No me ha dicho nada, así que espero que todo esté yendo bien. Justo al pensar en eso, me entra una llamada. No me sale nombre en l apantalla, pero respondo.

—Diga.

—«Soy Lola».

—¿Qué ha pasado? —pregunto angustiado, saliendo a la calle, pensando en llegar hasta él.

—«Adán ha tenido un ataque de pánico. Se ha encerrado en el baño. He creído que tú podrías calmarlo y hacer que salga».

—Ya estoy yendo para allá.

No tardo mucho en llegar, ya que la cafetería queda a unos pocos minutos a pie. Preguntando, consigo llegar hasta la sección de fotografía del edificio.

—¿Mikhail? —Oigo desde la derecha; por la voz, deduzco que es Lola.

Al mirar, veo a tres personas.

—¿Está ahí? —pregunto sin preocuparme de nada nada más que él.

—Sí. No conseguimos que responda —aclara con preocupación.

Me acerco. Llamo a la puerta. Al pegarme a la fina madera, oigo unos sutiles sollozos.

—Amor, estoy aquí. Por favor, abre. No tienes que pasar por esto sólo. ¿Amor?

Oigo el pestillo. Los demás se quieren acercar, pero, con sólo un gesto de mano, les pido que se queden atrás. Abro la puerta y me meto en el baño, cerrando rápido.

—Lo siento... —dice llorando.

Lo abrazo con fuerza.

—Lo sé, pero esto no es culpa tuya. No has hecho nada malo. Déjalo salir todo, y así te sentirás mejor.

Adán no puede dejar de decir que se siente débil, aterrado, perdido... No sé qué decirle, sólo que estoy a su lado para lo que necesite. Le cuesta un buen rato calmarse.

No puedo ni imaginar lo que supone para él estar aquí. Hay muchos fantasmas a su alrededor, y uno es demasiado aterrador.

Se queda un rato entre mis brazos. Poco a poco va calmándose mientras le regalo besos sobre los cabellos y caricias por la espalda. Cuando se siente con más fuerzas, se separa y se planta ante la pila.

—Siento que tengas que verme así —dice mientras limpia su cara con agua.

—Por mí no lo sientas, que sabes que no me molesta estar en los buenos y en los malos momentos. —Le acaricio la espalda hasta que acaba, entonces lo abrazo—. Me gustas, me encantas y te quiero, y este es mi sitio. Aunque llores, te enfades, te asustes... Mi sitio siempre será a tu lado.

Se da la vuelta y me abraza con fuerza.

—Gracias.

—Mírame. —Cuando levanta el rostro, le doy un beso tan dulce y tierno como lo es él—. ¿Te apetece volver a casa?

La tentación de AdánWhere stories live. Discover now