Capítulo 63

50 11 0
                                    

Mikhail


Me alegro de haberle comentado lo de anoche. Temía no estar atinando en satisfacerlo, pero veo que era yo el que estaba preocupándome por nada.

Después de esa conversación, disfrutamos de otra más ligera, dispuestos a conocernos mucho más. La pena es que el tiempo corre demasiado, y el trayecto se me ha hecho muy corto; con lo que me gusta estar en este plan tranquilo con Adán...

—¿Es aquí? —pregunto, parando ante una valla digna de una mansión.

—Sí. Espera un momento. —Se baja del coche y camina hasta la verja.

Aparece un vigilante; ni me había percatado de la garita que hay a un lado. Los veo charlar, y de forma bastante animada. Se dan la mano y Adán vuelve, parándose junto a mi ventanilla.

—¿Lo conoces?

—¿Celoso? —Sonríe pícaro.

—No, tonto. Sé que soy el hombre de tu vida.

—Oh, míralo él, que creído se lo tiene. —Se ríe de mí, pero sé que es con amor—. Y, sí, conozco al vigilante; la primera vez que vine, lo hice solo, porque Borja llegaba tarde, y creí que me había equivocado de casa. En resumen, que me puse muy nervioso ante el vigilante, quedé como un tonto y desde entonces aún se cachondea de mí. Bueno, si quieres irte...

—Ya te he dicho que no te iba a dejar solo. Sube, anda.

Me sonríe y obedece; monta en el coche y la valla se abre. Arranco, pasando junto al hombre, al que ambos saludamos.

—La verdad es que este barrio es de ricos —comento para mí, sorprendido de ver el nivel de la familia política de Adán.

—¿Has venido alguna vez? —indaga, sacándome de mi nube.

—¿Eh? Mm... Alguna. —Odio hablarle de mi trabajo, pero no puedo ignorar cuando pregunta.

—Pues tenía que ser un pez gordo.

—Bastante.

—Por lo menos, no estabas en la calle —susurra con alivio.

Lo miro, ya que he aparcado.

—¿Sólo te preocupa eso?

—¿El qué?

—Lo de que no trabajé en la calle.

Me observa como si no entendiera nada.

—Sí, ¿por?

—¿No te gustaría saber quién era el cliente o...?

—No —responde tajante—. Veo que te cuesta creerte que no me importa nada de eso. Verte feliz y bien es lo que me interesa. Ni con quién, ni cuándo, ni dónde, ni con cuántos.

—Gracias...

—Anda, deja de preocuparte por esas cosas. —Se acerca, cogiéndome de la corbata para tirar de mí—. Eres mi hombretón, ¿recuerdas? —Me besa con pasión y se separa—. El Mikhail que conozco es al que amo y el que me importa, y tu pasado, es eso, pasado.

—Te adoro...

—Lo sé. —Me roba otro beso rápido y se dispone a bajar. Se queda parado un segundo, mirando a la casa, luego vuelve a girarse hacia mí—. ¿Vienes?

—¿Quieres que baje? Pensaba quedarme en el coche a...

—Por favor, ven.

—¿No es algo raro?

—Seguramente, pero me gustaría cogerte de la mano. Creí que esto sería más fácil, pero... Nunca les gusté mucho, y con todo lo que tengo con Borja... Temo salir por un lado que no quiero.

La tentación de AdánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora