Capítulo 71

42 7 2
                                    

Mikhail


La reacción de Adán me ha dejado en pausa. No sé qué he de hacer o decirle. Quiero acercarme y abrazarlo, quiero consolarlo y calmarlo, pero me da miedo que se ponga peor.

Es más que obvio lo que le ha pasado. Las pesadillas, la falta de apetito, las pocas energías... El estrés está superando los niveles que su mente puede aguantar.

—Adán, amor, ¿qué necesitas?

No obtengo respuesta.

Opto por coger la sábana y cubrirlo, intentando que se sienta más cómodo. Al tocarle la cabeza, se aparta bruscamente. No quiere que lo toque, me ignora y se ha escondido en sí mismo.

—Mejor llamo a Fran —digo casi para mí.

—No, por favor —susurra casi sin voz—. Lo siento muchísimo, no quería... Lo que he dicho...

—Lo sé. No me ha molestado, de verdad. Sólo me importa que estés bien, y está claro que algo no lo está.

—S-sí, e-estoy bi-bien...

Me aparto. Cojo mi pantalón y me lo pongo. Acabo arrodillado ante él, pero no me atrevo a tocarlo.

—Amor, no lo estás, y no es malo reconocerlo. Después de todo lo que has pasado, nadie lo estaría. Hoy ha sido un día muy tenso, aunque no te lo haya parecido. Estabas muy preocupado por mí, y eso, con todo lo que cargas...

—Pe-pero yo...

Al quedarse callado, prosigo:

—Nadie quiere encontrarse mal o tener cargas emocionales, pero no siempre las cosas son como nos gustaría que fueran. —Alzo la mano y logro tocarle los cabellos sin que me rechace—. Amor, pedir ayuda o buscarla no te hace peor o débil. Estoy contigo, y eso significa que te apoyaré, pero también significa que, si veo que no estás bien, he de ayudarte.

—Me estoy volviendo loco —musita con la voz rota.

—No, te aseguro que no lo estás. —Acabo moviéndome, sentándome a su lado—. Después de todo lo que has sufrido, tu mente se ha visto saturada, y las ideas se han desbordado.

—Entonces, ¿estoy roto?

—Tampoco. Lo que intento decirte es que las personas enferman tanto de cuerpo como de mente. El estrés que cargas desde hace semanas y la pena, sin duda, han tenido que afectarte.

—La... La verdad... es que... —Calla de nuevo, inquieto y asustado.

—Dime, por favor. Sabes que no te juzgaré.

—La verdad es que me siento extraño últimamente —logra decir, aunque casi sin voz de lo nervioso que está—. Me noto más cansado, desganado, preocupado...

—¿Y lo de hace un rato te había pasado antes?

—No... —musita con pesar—. Me sentía muy ansioso, y al principio creí que era porque me apetecía mucho, pero..., al acabar tan rápido, he empezado a pensar que no lo estaba haciendo bien, que no te iba a satisfacer... —Se encoge más, apretando la sábana que lo cubre con fuerza contra él—. Se me ha cruzado la idea de que no seré suficiente y que te irás con otro, que harás lo mismo que... Borja...

—Lo que te ocurre, es algo común después de pasar por un trauma. La mente sufre cambios, lo que puede agudizar los miedos, las dudas o las angustias.

—Pe-pero sé que él ya no está, que estoy a salvo.

—Ya, amor, pero la mente no atiende a razones cuando enferma. Hasta ahora, has estado «distraído» con tu ingreso en el hospital, el funeral, mi última deuda... Pero todo ha sido demasiado estresante, y, al final, tu cuerpo te está avisando de que necesita un cambio.

La tentación de AdánWhere stories live. Discover now