Capítulo 65

50 11 0
                                    

Mikhail


Me he ido del piso de Adán con la sensación de que estoy viviendo la vida de otra persona. Comer con él, tener un rato de sexo como postre, hacer la siesta... Bueno, en realidad he dormido bastante más de lo que sería una siesta, porque con tantos nervios, y una madrugada movidita con Adán, tenía cansancio de sobra.

Cojo camino a La vie en Rose. Estoy como un niño en su primer día de colegio. ¡Qué nervios más tontos! Pero no sé si podré hacer un buen trabajo; veinte años de «acompañante» me han dejado «inútil» en otros aspectos laborales.

—¡Misha! —dice Mama Rose nada más verme, viniendo hacia mí con los brazos abiertos para darme un abrazo.

—¡Bienvenido! —exclaman Zafiro y Amber a la vez.

—No me puedo creer que estés aquí. —Rose me achucha, tanto que casi me deja sin aliento.

—Dejaré de estarlo si no aflojas.

—Qué exagerado... —Me libera y me mira de pies a cabeza—. Se te ve muy bien. ¿Contento por empezar en tu nuevo trabajo?

—Creo que está así por otra cosa —canturrea Zafiro.

—Vamos, señoritas... Son unas damas, ¿no?

Las tres ríen divertidas.

—Hasta ahora ese tema no te molestaba. —Rose me escanea con la mirada—. Parece que Adán está cambiando a nuestro niño.

—Es que ya no es sexo —responde Zafiro—, ahora es amor, dulce y puro amor... Es normal que quiera guardarse esa parte.

—Y que no quiere que nos enteremos de las intimidades de Adán —añade Amber—. A ese buen mozo se lo guarda para él.

—Vaya trío... —suspiro paciente.

Parecen estar muy animadas, y supongo que es porque están felices por mí; son mi familia, y, como tal, se han preocupado mucho por mi bienestar, físico y mental, así que estoy seguro de que sienten un gran alivio por verme en casa, trabajando de algo más común y con un futuro por delante.

Aún no está abierto el local, así que toca prepararlo todo. Rose me manda ayudar en el almacén, pero quiere que sea camarero en la barra. Según ella: «un hombre tan impresionante, debe lucirse ante los clientes», pero ya veremos si salgo de esta. Después de cargar las cajas de botellas de un lado a otro, ya me siento agotado, y eso que tengo buen fondo.

—Misha, amor —me llama Rose, que me trae la bolsa de un traje—. Tu uniforme.

—Mm...

—¿Qué pasa? —pregunta preocupada.

—Es que estoy un poco... nervioso. Nunca he hecho esto, y no sé...

—Vas a hacerlo muy bien. —Me acaricia el brazo, dándome ánimos—. Iremos poco a poco, porque así es como se aprende. Tendrás a tus compañeros y a nosotras para lo que sea.

—Ya... Pero...

—Confía en ti, cielo. Yo lo hago. —Guiña un ojo y sonríe cariñosa—. Además, apostaría mi colección de zapatos a que los clientes van a estar más pendientes de tu escultural figura de dios griego, que de otra cosa.

—Seguro... —musito, viendo que no tiene remedio.

—Anda, ve a cambiarte. Ah, antes de que se me olvide... Te he preparado un pequeño reservado.

—¿Eh?

—Hemos arreglado el despacho del fondo para que tengas un lugar tranquilo sólo para ti. Y tendrás hasta un aseo propio.

La tentación de AdánWhere stories live. Discover now