Capítulo 24

77 16 4
                                    

Adán


Estoy tirado en el sofá, mirando las redes sociales desde el móvil porque me aburro; sólo estoy a la espera de que Mikhail me llame, algo que me está desquiciando, ya que soy como un niño enamorado.

Las horas pasan, y empiezo a inquietarme; no me ha dicho nada en todo el día.

Se hace de noche. «¡No aguanto más!», pienso histérico, temiendo que haya cambiado de idea.

Agarro el teléfono y, antes de desbloquearlo, me entra una llamada de Mikhail. Descuelgo rápido.

—Creí que te habías olvidado de mí —digo, disimulando mi preocupación y mi alegría.

—«Lo siento» —musita sin ánimos—. «El día ha sido complicado».

—¿Estás bien? Suenas cansado.

—«Lo estoy, y mucho, así que hoy...».

—¿Lo dejamos para mañana? —pregunto, deseando verlo antes de irme a París.

—«Es que...» —Suspira y parece emitir un sutil quejido.

—¿Va todo bien? —repito; parece que me está escondiendo algo.

—«Sólo necesito descansar. Y mañana...». —Calla. Espero. Suspira otra vez—. «¿Te molestaría que nos viéramos cuando vuelvas? No creo que mañana pueda quedar».

«Miente», pienso decaído; no sé si lo está haciendo porque tiene miedo, porque se está arrepintiendo o porque hay otra razón que lo inquieta, pero lo noto en su incomodidad; me está intentando engañar.

—No voy a insistir; si no quieres decirme lo qué te pasa, lo acepto —digo sereno—. Si lo que quieres es vernos de aquí a unas semanas, por mí bien.

Silencio.

—«No quería que fuera así» —dice al fin.

—No te preocupes.

—«Lo siento, de verdad. Es que...».

—Si es por tu trabajo, no necesito que me digas más.

—«Adán... yo...» —Suena triste, casi desesperado.

—Veo que no me quieres hacer caso —digo resignado—. De verdad, no te preocupes. No me he enfadado ni molestado, así que no te inquietes más; te toca descansar. Por cierto, tengo tus fotos listas —le comento para cambiar de tema y que no se lamente más—. Como con lo de París no sabía si iba a tener tiempo, las he retocado un poco todas; te las mando y así eliges las que quieras. Tendrás que darme tu correo.

—«Gra-gracias por molestarte».

—No agradezcas; ya que Mama Rose me pagó de más y todo, no podía irme dejando el trabajo a medias.

—«Luego te mando un mensaje, ¿vale? Creo que ahora...» —Creo oírlo quejarse de nuevo.

—Cla-claro —indico, sintiéndome muy inquieto—. Descansa, y no te sientas mal por mí.

Mikhail se despide y cuelga.

Algo le pasa, lo sé, pero creo que es mejor darle espacio y no agobiarlo más, bastante insistente he sido ya.

Al final, ceno en el salón viendo la televisión y me quedo, tras beberme un par de cervezas de más, dormido en el sofá, donde me despierto de sopetón con el sonido de una llamada.

Cojo el teléfono y veo que es un número desconocido. Son las seis de la mañana, así que empieza fino el domingo.

—¿Sí? —digo al descolgar; casi ni me ha salido la voz de lo dormido que estoy.

La tentación de AdánWhere stories live. Discover now