CAPÍTULO 22 - Wild Thoughts

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El entrenamiento de hoy no fue demasiado duro, es decir, mañana tendré muchas agujetas, pero no serán insoportables. Queda poco para que sea el siguiente partido, así que debemos darlo todo, dejarnos la piel en la pista. Eso es justo lo que hago siempre, porque como decía mi abuela, «Si haces algo, lo haces lo mejor que puedas. Nunca hagas nada a medias».

Vuelvo a la realidad y agarro la botella para beber agua de nuevo, estoy completamente agotada. Después de estar más de una hora corriendo y haciendo ejercicios como unos locos, el coach nos dejó unos minutos de descanso.

Sin poder casi moverme y sudando como si hubiera corrido veinte kilómetros, me siento en las gradas y empiezo a beber desesperadamente de mi botella de agua. Entonces, fijo mi vista al frente y veo a Tyler, que está todavía en la pista. Decidió no tomarse el descanso y seguir tirando a canasta para continuar practicando; de verdad que no sé cómo aguanta. Yo creo que podría correr tres maratones seguidos y seguiría sin estar cansado.

Esa es una cualidad que puede servir mucho para otras situaciones, si entiendes a lo que me refiero.

Desgraciadamente, entiendo todo lo que dices, conciencia.

Dejo mi mirada puesta en el chico y lo observo con más detenimiento: veo cómo corre por el campo a gran velocidad - aunque para mí parece que lo hace a cámara lenta -, cómo los músculos de sus bíceps se contraen cada vez que bota el balón y cómo se flexionan cuando lo suelta en el aire, cómo su pelo húmedo por el sudor se pega a su frente, cómo su mano es casi tan grande como el balón que sostiene...

Se mueve de un lado de la cancha para otro, botando la pelota y encestándola en la canasta, sin fallar ni siquiera un solo tiro. Aunque no me guste cómo es, debo admitir que es muy bueno jugando al baloncesto.

De repente, detiene su carrera - por fin un poco cansado - y agarra el borde de su camisa con sus manos. Entonces, la levanta un poco para poder secarse la frente con ella, dejando a la vista parte de sus perfectamente trabajados abdominales y haciendo que se me seque la garganta por completo.

¿Hace mucho calor aquí de repente o soy solo yo?

- Oye, ¿has visto cómo está el capitán? - me pregunta Sonia a mi lado, sacándome de sopetón de mis cavilaciones -. Bueno, veo que sí te habías dado cuenta.

Aparto rápidamente la mirada del chico, muy avergonzada porque me pillara mirándolo.

Mirándolo no, comiéndotelo con la mirada.

- Madre mía, cómo lo mirabas - dice sorprendida y sonriendo malévolamente -, parecía que se te iba a caer la baba.

Me da un suave toque con el codo, divertida con la situación.

- Emm... - me pongo roja al instante y entro en pánico -. Y-yo no...

- Tranquila - se ríe -, era una broma.

Me río un poco incómoda, intentando quitarle hierro al asunto.

Dios mío, qué vergüenza acabo de pasar.

Imagínate yo.

- Pero no te culpo, eh - añade -. Está muy bueno. ¿Lo has visto hacer flexiones? Creo que se me para lo que no tengo cada vez que lo veo.

Dirijo mi mirada a ella y levanto las cejas.

- Uy, Sonia - subo y bajo las cejas repetidamente en su dirección -. ¿Acaso te gusta el capitán? - intento picarla y desviar el tema de mí.

- Solo digo las cosas como son - se defiende y se encoge de hombros -. Además, a mí me van más los rubios - señala al chico nórdico con la mirada.

De repente, escucho el pitido del silbato del coach. Me levanto de las gradas sin absolutamente ningunas ganas de seguir con la tortura - porque sí, es una tortura -, dejo la botella en los asientos de las gradas y me acerco a la pista; toca seguir entrenando.

5 días [COMPLETA]Where stories live. Discover now