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Sus manos se encuentran temblorosas, había estado deseando hacer este viaje desde hace mucho pero el miedo que le invadía su ser se lo impedía.

La mujer le entrega el boleto y el cambio con una mirada de confusión, Namjoon guarda las monedas en su bolsillo y toma el boleto de tren para esperar a que salga de la estación. Le realiza una reverencia con una tímida sonrisa y se aleja del pequeño cubículo.

Su corazón late con fuerza, había estado a punto de darse por vencido pero él quiere hacer este viaje en el fondo de su corazón, en realidad, lo necesita para sanar por completo su alma dolida y cerrar para siempre esa herida supurante.

Namjoon toma asiento cerca de la salida, los nervios lo consumen, juega con sus dedos de las manos y sus pies no dejan de moverse. El ir a su ciudad natal y ver después de tantos años a su madre ha sido una de las decisiones más duras que ha tenido que tomar.

Siente aún ese nudo en la garganta que no le permitió hablar aquella mañana en la que sin remordimientos su progenitora lo echó a la calle como un perro. No quiere pensar que es masoquismo pero a la vez cree que está lo suficiente maduro para confrontarla y de una vez por todas terminar ese calvario que ha estado consumiendo su interior por tantos años.

Sin importar lo que pase y aunque realmente no tiene que hacerlo, siente la necesidad de pedirle perdón a su madre por todo el daño que le causó, por haberla decepcionado, quisiera tan solo poderla ver a los ojos y fundirse con ella en un abrazo, revivir los tiempos en los que la mujer lo protegía cuando la lluvia acompañada de truenos y relámpagos lo asustaban.

Quiere sentir su tacto suave y su mirada dulce como aquellos días en los que compartían de hornear juntos galletas y pasteles, disfrutando de su dulce sonrisa y amena compañía.

Extraña la sensación de tener una familia aunque hayan sido sólo los dos. La necesita a su madre.

Anuncian por fin que su tren había llegado a la estación y Namjoon poniéndose de pie toma su pequeña maleta en sus manos y camina hacia la puerta. Entra al tren y se sienta en su puesto asignado. Suelta un gran suspiro y esperó pacientemente hasta que se comenzara a mover.

Un par de horas de viaje en el que su corazón estaba por salirse de su pecho, una corriente recorrió todo su cuerpo, por poco empezó a hiperventilar, se aferró a su maleta y respiró una y otra vez hasta tranquilizarse. Llegó por fin a su destino y como lo imaginó, todo estaba prácticamente igual que cuando se fue.

Caminó a lo largo de la estación para salir del lugar y unos metros más allá, recordó el bus que lo dejaría en su antiguo barrio. Tomó aire como si quisiera agarrar toda la confianza y subió al bus. Namjoon ve todo igual, solo que más pequeño, recordó el parque donde solía jugar con sus amiguitos, sonrió con nostalgia por aquellos momentos de alegría, dónde todo era más fácil.

Se levantó de su asiento para presionar el botón que le permitiría que el conductor parase en una esquina y bajarse con cautela. Se colocó su maleta en sus hombros y caminó a paso lento por la calzada, mirando a su alrededor, las fachadas seguían intactas, otras casas al parecer habían estado vacías por mucho tiempo. El vecindario era un sitio tranquilo en una zona medianamente económica de la pequeña ciudad.

Se detuvo al ver a una mujer un tanto encorvada, con una funda que a simple vista parecía darle problemas para levantarla del suelo. Intentó reconocer a la mujer y su corazón se comprimió en su pecho. Tenía una mirada triste, su cabello recogido con una pequeña coleta mostraba sus cabellos tornándose de un brillante color plateado, la vió incorporarse y estirarse para volver a intentar tomar la enorme funda pero unas manos más fuertes habían tomado la funda y la mujer al levantar la vista, reconoció al chico que obviamente había crecido en tamaño pero indudablemente el mismo rostro moreno con esos ojos inconfundibles y esa diminuta nariz, Namjoon tenía la mirada en el suelo sin poder verla a la cara.

— Mamá...

La mujer al escuchar esa voz que había estado ignorando por tantos años, pero al mismo tiempo anhelando en el fondo de su alma, abrió los ojos con sorpresa y levantó su mirada para divisar mejor al muchacho que ya estaba llorando como un niño asustado.

— Mamá yo... Perdón, mamá, perdón - el chico no se pudo contener y dejó a un lado aquella funda pesada y se tiró sobre sus rodillas aferrada a la falda de la mujer que lo miraba sin poder articular palabra alguna.

Es cierto que el tiempo lo cura todo y por todos estos años, la mujer se había dado cuenta que su hijo era lo único que tenía en este mundo, el mismo al que le dió la espalda. No pudo evitar en su mente recordar las duras palabras que le dijo la última vez que lo vió y su corazón se volvió a quebrar en mil pedazos, sin pensarlo se arrodilló y tomó a su muchacho en los brazos y lloró, soltaba con cada lágrima, todo el dolor y así mismo sus almas se terminaban de sanar, cicatrizando cada una de sus heridas, como si se tratara de una pomada mágica que cura todo el dolor.

— Perdóname a mí, hijo — susurró la mujer y Namjoon se aferró más a ella escondiéndose entre su cuello como en su niñez, tenía el mismo olor a canela que tanto le encantaba usar en sus comidas, su piel seguía siendo suave y tersa aunque ahora un poco más arrugada. La abrazó y descargó todo hasta quedarse sin nada más que un corazón perdonador.

La mujer tomó a su hijo, acunando su rostro entre sus manos y lo vio tan guapo y hermoso, grande y fuerte pero exactamente igual a la vez, con ese brillo en sus ojos que iluminó por tantos años sus días y besó su frente y acariciando sus mejillas rió entre lágrimas.

— Te extrañé tanto, hijo.

Namjoon le devolvió la sonrisa y dejó un corto beso en su frente dejándose acariciar por su madre. No quería que ese momento terminara nunca pero poco a poco se pusieron de pie y secaron sus lágrimas. La madre del chico le tomó de la mano para dejarlo entrar. Todo estaba exactamente como lo dejó. Nada había cambiado, absolutamente nada.

Tomaron asiento en el gran sofá donde solía hacer fuertes y trincheras con sus amigos, ya que no tuvo un hermano que sirviera de confidente, recordó rápidamente que su madre sin importar que la sala se volviera un caos, se metía con el para contarle historias de fantasía.

La mujer fue por un poco de té y bebieron en silencio, tratando de encontrar las palabras para comenzar a hablar. Pero ninguno de los dos se atrevía a dar el primer paso. Hasta que su madre dejó la taza a un lado y tomó la mano de su hijo y lo miró con ternura y arrepentimiento.

— Perdóname hijo por todo el daño que te causé con mi rechazo. No puedo justificar todo lo que te hice pero tenía miedo. Fue una noticia demasiado impactante y difícil de procesar. Tal vez no pueda devolver el tiempo y tragarme mis palabras pero en algo puedo sanar tu corazón. Quiero que sepas que estoy orgullosa del gran hombre en el que veo que te has convertido, gracias al cielo que estás vivo. Quiero que sepas que tuve que darme cuenta de la forma más dura de que tus preferencias no te roban tu esencia como ser humano.

Namjoon escuchaba en silencio y una lágrima bajó por su mejilla, era lo que necesitaba escuchar para terminar de sanar su corazón roto. Agradeció al cielo y a la vida por no dejarse vencer por el temor. Fue en este momento en el que parecía que su alma jamás había sido dañada. Pues las palabras llenas de sinceridad de su madre y el amor que desbordaba a través de su mirada era lo que su ser había estado anhelando por mucho tiempo.

Y fue aquí en donde su pequeña familia de dos se volvió a reconstruir.

Chico Del Museo ~ NamJinWhere stories live. Discover now