3.-Preguntas.

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Oscuridad. Fue su primer pensamiento.

Podía ver los pies de Cheslay frente a él, gracias a la luz de su linterna. La niña avanzaba lentamente, no sabía si era para esperarlo o porque tenía miedo de avanzar.

Dylan comprendería años más tarde que Cheslay nunca tenía miedo de avanzar y que siempre se detendría a esperarlo, no importaba cuanto tiempo pasara, ella siempre esperaría por él.

Dylan tomó una respiración profunda. Fue un pequeño error, ya que polvo entró en su garganta.

—Cheslay— susurró después de un pequeño ataque de tos—. Deberíamos volver...

—Pero ya casi llegamos.

— ¿Cómo lo sabes?

—Solo lo sé—respondió.

— ¿Es uno de esos enigmas tuyos? ¿Cómo lo del agua?− preguntó. Ya estaba un poco más tranquilo, el escucharla hablar lo ayudaba.

Ambos iban a rastras por el camino. Había paredes de roca a sus lados y el techo era demasiado bajo, aún para unos niños.

—Si— contestó—. Puedo ver como el camino se hace más amplio al frente...

Ella tenía razón. Unos cuantos metros más, Dylan y Cheslay pudieron ponerse de pie. Él se frotaba el cuello que había quedado adolorido después de gatear tanto tiempo. La niña no se tomó esos segundos para recuperarse, sino que siguió caminando con la linterna iluminando su camino.

Dylan sacó una botella con agua y se la pasó, para después beber él. Comenzó a rayar las paredes con un gis blanco cuando se dio cuenta de que había varios túneles por seleccionar.

— ¿Cuál llevará al almacén?− preguntó la niña.

—No lo sé, supongo que debemos entrar en todos.

—Bien, son siete ¿Nos separamos?− interrogó mirándolo.

Dylan solo pudo tragar saliva como por milésima ocasión y mirarla fijamente. Cheslay sonrió.

—De acuerdo, sin separarnos. Pero eso significa que no nos alcanzará con una sola noche, tendremos que bajar aquí después si queremos conocer todo.

—No quiero conocer todo, solo quiero el almacén. ¿No te dijo tu papá para que querían todos estos túneles?

—No, no hablé con él, casi no está en casa, yo solo robé el mapa.

—De acuerdo.

Ambos se decidieron por el primer túnel. Dylan no despegó la mano de la pared. En algún momento Cheslay le dijo que guardara su linterna ya que debían ahorrar las baterías. Él obedeció y se sintió presionado por la oscuridad. Su respiración se volvía agitada debido a lo angosto del espacio, y como si ella sintiera su miedo, enredo su mano con la de él. Así, de esa forma, fue que se sintió seguro.

Llegaron al final del túnel, solo para quedar un poco decepcionados. Estaba cerrado por rocas. Tenía un final, y no venía viento desde ahí. Cheslay hizo un puchero de aburrimiento y Dylan soltó un suspiro de alivio.

Ambos dieron la vuelta y se internaron en el segundo túnel.

Dylan abrió los ojos, únicamente para encontrarse con más oscuridad, y no solo la del ambiente, si no con la niebla que llenaba su mente.

Miró sus manos frente a él. Ya no eran las manos de un niño, eran las de un hombre que todo lo había perdido.

Suspiró profundamente y se dio cuenta de que reinaba un olor a humedad. Seguía siendo prisionero del tres. No sabía cuánto tiempo había dormido, pero tampoco le importaba, el suelo no exhibía huellas nuevas, más bien las del tres de antes.

Mente Maestra la sagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora