1.- Decisiones

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Magnus se iba a enfrentar a una corte. Debería estar nervioso, pero no lo estaba. Se sentía derrotado y traicionado. Nefertari fue sometida a varias cirugías para reconstruir la parte de su cuerpo que fue dañada con las balas expansivas. Raphael era quien más grave se encontraba, pues su brazo y parte de su torso estaban completamente destrozados por utilizar el prototipo de exo-traje. Albert estaba por perder las piernas. Jonathan estaba muerto y Morello escapó. ¡Ese maldito cobarde!

Y Charlotte ¡Por todos los dioses! Había dejado atrás a Charlotte. Y él se merecía toda la culpa que sentía.

Magnus se encontró conduciendo la ambulancia hasta que el grupo de rescate que guiaba su padre los localizó. Fueron hacía sus aliados más cercanos y ellos estaban en Croacia ¿Cómo se supone que los iban a ayudar? Ellos ya no tenían nada, ni siquiera un hogar.

Ahora estaba mirando su reflejo en el agua, sus pies colgando desde aquel puente que encontró en cuanto fue trasladado a Zagreb. Y él no estaba ocultándose de nada y de nadie. Más que de su padre y los altos mandos, de las enfermeras y doctores. Y de la mayor parte de la milicia, pero sólo eso. Se sentía como un niño de nuevo, cuando tomaba las armas de su padre para jugar y él lo buscaba y reprendía después. Solamente que ahora no habría una madre para defenderlo. Se enfrentaría a una corte solo, sin sus amigos. Tendría suerte si ellos volvían a hablarle, todo fue su culpa.

Vio otro reflejo en el agua, justo al lado del suyo. Giró para mirar un par de ojos negros que lo observaban detenidamente, con algo de curiosidad y compasión.

Él ya la había visto en el hospital de Croacia al que los trasladaron. Asistió en la cirugía de Nefertari, y después de que Magnus le pidiera informes sobre su estado, la dejó sola.

―Lo lamento― dijo Eva.

―No están muertos, no todavía― replicó Magnus. Lo fastidiaba que le tuvieran lastima, era el sentimiento más asqueroso que existía a su parecer.

Ella se sentó a su lado, su cabello negro se escapaba de la coleta en la que estaba atado, su uniforme blanco crujió cuando chocó contra la roca del puente. Eva apoyó las manos sobre sus piernas y miró hacía el agua, sus oscuros ojos brillando en el líquido cristalino.

― ¿Sabes por qué quise bailar contigo ese día?― preguntó con cierto tono de sabiduría.

Magnus negó un par de veces.

― ¿Por qué me veía ridículo y triste y patético?

Eva simplemente apretó los labios, el fantasma de una sonrisa.

―Fue cuando supe que era una apuesta.―Una de sus manos viajó hasta rozar los dedos de Magnus, él, sorprendentemente, no se retiró―. Y pensé que debía ser divertido hacer las cosas así, porque nunca he roto las reglas, nunca he hecho cosas malas o bromas de ese estilo. Y te encontré en ese baile, llevando puesto un ridículo vestido y maquillaje barato. Y entonces lo supe...

Ella ni siquiera lo estaba mirando, sus ojos estaban perdidos en el agua, en recuerdos. Magnus movió sus dedos para apretar su mano, no era un acto romántico, él necesitaba ese contacto. Necesitaba saber que todo iba a estar bien, y supuso que Eva era de las personas que hacían que las cosas estuvieran bien.

―Voy a enfrentarme a una corte―dijo Magnus, dejando ir parte del nudo en su pecho―. Me juzgaran por traición a la alianza en proceso, y eso me tiene sin cuidado, porque mis amigos están casi muertos.

―Sí, es triste lo de esa chica.

Magnus sintió a su corazón martillar.

― ¿Qué pasa con Nefertari?

Mente Maestra la sagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora