34.- Ilusiones:

785 112 23
                                    

Abrió los ojos. Todo a su alrededor era de color blanco, y un sonido no lo dejaba descansar. Le dolía cada parte de su cuerpo, no podía moverse sin generar más dolor. Su garganta estaba completamente seca, necesitaba agua. Se pasó la lengua por los labios, solo para darse cuenta de que estaba tan áspera como una lija.

Sander creyó que podría morir deshidratado, si no fuera por la intravenosa conectada a su brazo. A su lado, alguien tarareaba, quería pedirle agua a esa persona. Movió ligeramente la cabeza para mirar a su acompañante, pero el simple gesto le envió punzadas de dolor.

—Ag...— trató de pedir agua en vano. Su lengua se negaba a moverse más.

La chica dejó de tararear al escuchar su patético intento de hablar. Sam alzó una ceja.

—Siempre me he preguntado—comentó mientras se ponía de pie, dirigiéndose a la mesita de noche, donde palpando un par de cosas, logró servir agua en un vaso— ¿Cuándo bebes líquidos, no haces corto circuito?

Sander trató de reír, claro que Sam siempre tenía ese tipo de comentarios. Ella puso el vaso en su mano y él, con mucho esfuerzo, vertió el liquido por su garganta, sintiendo que cobraba vida.

—Gracias—susurró.

—Parece un chiste ¿No? La chica ciega cuidando del inválido.

— ¿Invalido?− preguntó asustado, pero pudo ver que sus piernas se movían.

Samantha ahogó una risa.

— ¡Caíste!

Se removió incomodo cuando comenzó a sentir picazón en el cuerpo, en aquellas heridas superficiales que comenzaban a sanar. Necesitaría un par de horas para poder levantarse.

― ¿Cómo están los demás? ¿Dylan?

Sam enarcó una ceja, una mueca que le pareció extraña a Sander, ya que las marcas que rodeaban sus ojos, las cicatrices se movieron con el gesto.

― ¿Te preocupas por él? ¡Casi te mueres!

Él recargó la cabeza contra la almohada y sonrió.

―Gracias por recalcar eso, pero sigo vivo.

La lectora de mentes no se rio de su broma, Sander la miró de reojo para saber que sucedía.

―Estoy hablando en serio―dijo Sam muy grave―. Siempre te preocupas por los demás, antepones las necesidades de otros a las tuyas, y eso no está bien.

―No lo hago―rebatió y frunció el ceño, mirando al techo de la habitación―. Es solo que me gusta ayudar a quien me necesita.

―Ese es el punto, Sander. Las personas siempre van a necesitar ayuda, siempre querrán algo y te vas a olvidar de ti mismo por preocuparte por los otros. Está bien ser un poco egoísta a veces.

―No creo que lo comprendas.

―No, eres tu el que no entiende. Azul siempre se preocupaba por ti. Podía entrar en su mente ¿Recuerdas? Ella siempre pensaba: Hoy se ve más cansado que otros días. No ha comido bien... En su mente siempre había preocupación por ti.

Sander respiró profundo, era un golpe bajo por parte de Sam que le hablara así de Azul, como si él no la hubiera conocido. Como si Sander no comprendiera las cosas que ella siempre quería decirle.

Se enderezó en la cama, reprimiendo un gemido de dolor, dispuesto a correr a Samantha de la habitación, cuando la puerta corrediza se abrió. Sander miró al recién llegado.

― ¡Estas despierto!― exclamó Ian con genuina alegría. El tres agradeció el hecho de que el chico no quisiera abrazarlo o algo por el estilo, ya que le dolía todo el cuerpo.

Mente Maestra la sagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora