Mente Maestra la saga

AGONÍA.-

Había un olor fuerte en todo el lugar. Era imposible escapar de él, estaba impregnado en las paredes, en la cama y en los utensilios. Estaba en cada parte de su cuerpo, era imposible no percibirlo. La habitación se mantenía en silencio y cada determinado tiempo hacían que una luz llenara cada esquina de la habitación, al principio no le molestaba, pero después de que le inyectaron esas cosas... la luz la lastimaba, la quemaba.

Cuando apagaban la luz, ella ni siquiera podía recordar su propio nombre. Tampoco como llegó hasta ese lugar.

Sabía pocas cosas, como que había algo conectado a sus brazos, partes de sus piernas tenían algo que no le permitía moverlas. Ahora su único refugio era su mente, aquello que ellos aún no se atrevían a tocar. Ella dejaba que su imaginación vagara, pensaba en historias en las que era rescatada, le parecía muy curioso, nunca se había considerado una damisela en apuros. Pero estaba en uno, y era uno muy grande ¿Cómo se suponía que la salvaran si eso significaba desatar una guerra?

Existía un momento en el cuál la trasladaban a otro lugar, sin dejarla moverse, simplemente arrastrando una camilla. Y ella escuchaba voces, todas estas entremezclándose, hablaban distintos idiomas, ruso, alemán, sueco. Los entendía, parte de su preparación fue aprender otros idiomas, en ocasiones estaba tan agotada y adolorida que simplemente no se molestaba en comprender. Ese no era uno de esos días.

Conectaron más cosas en sus brazos, sus ojos seguían todos y cada uno de los movimientos de esas personas. Estaba aterrada por lo que iban a hacerle, pero no se los demostraría, ella era fuerte e inteligente y la habían preparado para torturas desde que tenía la edad suficiente para entender.

Ella no gritaría, ella no mostraría miedo, de eso estaba segura, hasta que pusieron esos cables en su cuello e inyectaron aquello que la hizo estremecer y gritar de agonía.

Sus amigos no la rescatarían. Esas personas la iban a hacer pedazos. Y Charlotte no resistiría.