26.- Pasos desesperados:

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Ver hacia atrás siempre era complicado, era recordar. Y los recuerdos estaban llenos dolor. En los rostros que no vería más, en las risas que nunca escucharía de nuevo, en las miradas de diversión o de preocupación que ya no le dedicarían.

Y Sander pensó en que nunca querría que alguien se sintiera así hacia él. No quería que lo extrañaran con ese dolor y sentimiento de venganza. Él no quería ser recordado así, y tampoco iba a permitirse volver a extrañar de esa forma, y manchar el recuerdo de aquellos que tanto lucharon por la supervivencia.

Vio como Cheslay corría en dirección al laboratorio, la ansiedad por seguirla lo carcomía desde dentro, pero si alguien podía encontrar a Azul y no causar una catástrofe mundial, era ella.

Dylan seguía enfrentando a los robots, aunque lejos de pelear, parecía divertirse, como si fuera su pasatiempo favorito. Así que él, definitivamente no necesitaba ayuda. Sander podía ir detrás de Cheslay y encontrarse con Azul...

En vez de hacer eso, el tres se concentró en la energía del lugar, tratando de ignorar toda esa contaminación y radiación que nublaba sus sentidos. Los de su categoría se alimentaban de la energía a su alrededor, pero en ese sitio, en lugar de sentirse recargado, estaba casi cansado. Como si la energía se alimentara de él.

Abrió los ojos cuando Dylan se deshacía de los circuitos de uno de los últimos robots.

Sander pudo ver como vigilantes aparecían por la parte de atrás del laboratorio. Ahora, definitivamente su amigo necesitaría ayuda.

Se concentró en la energía, no le importaba que drenara su poder o su salud, iba a utilizarla para cuidar la espalda del uno... Vio la energía de color rojo formarse en sus manos y cerró los ojos para lograr el control que Lanhart le mostró en aquella misión. Cuando le hizo saber que era más fuerte de lo que creía. Sander se dio cuenta de que no importaba que tan bueno fuera, siempre podía mejorar.

Abrió los ojos de golpe, viendo la energía en sus manos desaparecer con una facilidad asombrosa. No pudo observar a su amigo comenzar a pelear contra los vigilantes, ni pudo ver más del paisaje desolado en el que estaba parado, ni siquiera sentía sus pies.

Lo único que podía sentir era un dolor punzante atravesar su cuerpo. La respiración murió con un suspiro en sus labios.

Sander tenía bastantes recuerdos de haber sido golpeado por abusivos durante su vida, torturado en campamentos con electrochoques, sintió el dolor de las balas en su propio cuerpo, y un sin fin de heridas más, a pesar de todo, tenía la certeza que su cuerpo, su regeneración, actuaría para protegerlo, siempre podía confiar en eso.

Sin embargo, mientras su mano iba a la zona de su pecho para intentar comprender que sucedía, el tres estuvo completamente seguro de que algo vital estaba dañado dentro de sí. Algo que no podía curar con su habilidad.

Sentía una necesidad casi desesperante de llorar, no podía respirar, mientras veía la hoja de un afilado cuchillo de combate sobresalir de su pecho, la sangre manando de la herida como agua por una llave abierta.

Su enemigo lo atacó por la espalda, él ni siquiera la escuchó acercarse. Lanhart estaría realmente decepcionado. Y eso era lo que menos le importaba en ese momento.

Sander cayó de rodillas sobre el suelo cuando su atacante sacó el arma de su pecho, él trataba de cubrir la herida con sus manos, pero sentía que la vida se iba en cada latido, en cada intento por respirar.

Miró a la mujer, ella no se tomó la molestia de echarle un vistazo, como si ya estuviera muerto.

Apuñalado por la espalda. La manera más patética de morir. Cheslay lo advirtió sobre ella, y él, como un estúpido, se quedó de pie en medio de aquel caos.

Mente Maestra la sagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora