29.- Nuevas Amistades.

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Cheslay no sabía que era peor, el hecho de que estaban débiles y hambrientos, o el de estar atrapados con contaminados, con aquellas personas que no habían sido tan afortunadas como para ser inmunes al virus. Ella sabía que el utilizar sus habilidades la dejaría en un estado de vulnerabilidad, además nunca había manipulado a alguien con la enfermedad. Sabía que tanto Dylan como Sander estaban en su límite, por no hablar de Samantha, que estaba sumamente herida. Podía fiarse de Amanda y de Ian, pero ¿Hasta qué punto? Todos habían tomado una posición de defensa hacia Samantha, cualquier movimiento por parte de esas personas, que los superaban en número, ellos atacarían, incluso Sander y Dylan, a los cuales sus últimos ataques o rescates los habían dejado exhaustos, por no hablar de la falta de alimento y la fatiga.

Ni uno de los contaminados se movió, Cheslay estaba a punto de lanzarse contra el más cercano, cuando los escuchó hablar.

— ¿Samantha? ¿Es Sam?― preguntó una mujer.

Cheslay no les daría el lujo de verla dudar. Dylan ya le estaba dedicando esa mirada, en la que le pedía que entrara en la mente de los demás, a pesar de que no era su actividad favorita. Cheslay cerró los ojos, concentrándose en todos y cada uno de ellos, frente a sus ojos aparecieron más hilos de los que pudiera contar, había más de cincuenta personas en ese lugar. Los hilos se fueron haciendo más y más gruesos, hasta que se acercó a los de aquella mujer que había llamado a Sam. Ella se llamaba Giaselle, tenía treintaiocho años y se le detectó la enfermedad a los treinta, había sido rechazada por muchas personas, su familia incluida, ella no tenía a nadie más cuando se encontró con...

Cheslay se retiró de golpe. La mujer había comenzado a caminar hacia ellos, con un par de personas siguiéndola.

— ¡No se acerquen!― gritó Ian.

—Déjalos— dijo Cheslay—. Son del grupo de Chandra.

Los demás la miraron sin comprender. Cheslay dio un paso hacia atrás, permitiendo que los contaminados accedieran a donde estaba Sam, la cual temblaba de la cabeza a los pies, había vomitado sobre el suelo a su derecha. Parecía inconsciente.

— ¿Pueden ayudarnos?― preguntó Sander.

—Si—respondió la mujer. Su cabello era castaño, algo largo, pero en la cabeza faltaban algunas partes del mismo. Cheslay no sabía si su cabello había caído a causa de su putrefacción o si ella misma lo había arrancado en un acto de desesperación. Sus ojos eran de color verde, pero tenía algunas manchas en la parte blanca. Sus dientes no estaban completos y su piel tenía llagas, no por la lluvia acida, sino por la enfermedad.

Los otros contaminados que la acompañaban tenían un aspecto similar, a algunos les faltaban partes de la cara o del cuerpo, como las manos o dedos de los pies. Cheslay quería retroceder a causa de la repulsión y el hedor de ellos, pero solo eran personas enfermas y no eran malos. Se tragó su aversión y les indicó a los demás que se hieran a un lado para que la mujer se acercara a Sam.

Dylan e Ian fueron los más renuentes a permitirle el paso, pero al ver el estado de la chica, simplemente se retiraron, no completamente, solo lo suficiente para observar la escena. Cheslay se recargó sobre uno de los autos, Amanda la acompañó, mientras Sander se dejaba caer al suelo de nuevo, su pierna sin soportar su peso.

— ¿Sam? —La llamó la mujer mientras se inclinaba a la altura de su rostro— ¿Sammy?

— ¿Chandra?− susurró Samantha. Ella le había dicho a Azul en una ocasión que la única que la llamaba Sammy era su hermana Chandra.

—No cariño, soy yo, Gia— la voz de la mujer estuvo a punto de romperse.

Al parecer a Sam no le importaba quien fuera, ya que se acurrucó sobre el suelo, tratando de entrar en calor, cerró los ojos e ignoró al resto del mundo. Su piel se veía mal, completamente quemada, su respiración era muy agitada y la saliva le escurría por la barbilla.

Mente Maestra la sagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora