16.- Emboscadas y dulces sueños.

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El cielo siempre es más oscuro antes del amanecer.

Nefertari repetía esas palabras cuando Dylan era niño, aunque en ese entonces, él no conocía su significado. El recuerdo de su madre se desvaneció tan rápido como apareció, pero no era su culpa, claro que no. Simplemente se sentía afligido y enojado, molesto consigo mismo, por todo lo que no había sido capaz de proteger. Su madre tampoco estaba, para servirle de apoyo o consuelo, eso solo lo hacía sentir más furioso con el maldito, podrido e infectado mundo. Había sido su culpa que Nefertari muriera, era un remordimiento con el que tenía que vivir, algo que debía enfrentar todos los días.

No lloraría por los muertos, al contrario, lucharía por los vivos. Aun si en el proceso acababa con su vida. Era lo único de lo que podía estar seguro; los malos viven y los buenos mueren o sufren, aun no sabía que era peor.

Le costó mucho tomar esa decisión. Ayudar a los demás, a Sander y sus refugiados. Dylan se decía que lo hacía por Cheslay, porque ella volvería, y necesitaba que estuviera orgullosa de sus decisiones, que no lo odiara por su pasado, el tiempo que pasaron separados. Sin embargo, muy en el fondo sabía, que lo hacía porque era lo correcto. Años atrás dejó de hacer cosas buenas, estaba tan acostumbrado a simplemente actuar sin meditar lo que era correcto o incorrecto, que cuando tomó la decisión de simplemente ayudar, algo dentro de él se sintió extraño, como si comenzara a juntar las piezas de una cosa vieja y rota.

Suspiró profundamente mientras escuchaba el eco de sus pasos contra el vacío del túnel.

Él y Sander terminaron de hablar sobre lo que parecía una invasión, los vigilantes los acechaban a los refugiados. Lo correcto era que el líder de los túneles tuviera esa información, punto final. Dylan arriesgaría su vida por esas personas y esperaba que valiera la pena.

Llegó al final del pasillo, donde una persona lo esperaba. Sam tenía los brazos cruzados sobre el pecho y una pierna recargada sobre la pared. Cuando Dylan pasó frente a ella, la mentalista simplemente lo dejó seguir caminando.

— ¿Por qué?― preguntó antes de que Dylan pudiera avanzar más.

El cazador se detuvo, le dio una sonrisa practicada y odiosa por encima del hombro.

— ¿Por qué no entras en mi mente y lo averiguas?― inquirió, apuntando a su cabeza con un dedo.

—Sabes que no puedo leerte si no quieres. Las defensas que has levantado son muy buenas — replicó y caminó para alcanzarlo.

El joven continuó caminando, pero aminoró el paso, esperando que Samantha caminara a su ritmo. Supuso que era lo mínimo que podía hacer, después de todo, era lo más parecido a una amiga que tenía en ese lugar.

—Tengo cosas importantes que hacer—respondió después de un momento.

—Entonces ¿Por qué lo haces?― presionó Sam, su tono alzándose por encima de lo normal― ¿Por ella? ¿Por Cheslay? ¿Por qué crees que vale la pena?

Dylan se detuvo en seco. Samantha estaba dos pasos detrás de él.

El silencio que se extendió entre ambos fue tal que podían escuchar cada gotera en los túneles. Y ella lo sintió, como Dylan abrió su mente para que ella pudiera ver cada pensamiento y razón.

Sam podía sentir la tensión, el ambiente se volvió sofocante. Ella era una lectora de mentes, desde que se convirtió en evolucionada, fue fácil saber lo que las otras personas pensaban, y siempre se valía de eso para manipular y controlar a otros, su hermana Chandra entre ellos. Pero no sabía cómo se sentían, no podía invadir y compartir algo tan complejo como las emociones.

Mente Maestra la sagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora