11.-Un poco de suerte:

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Si respiraba despacio, podía comenzar a sentir las cosas a su alrededor. La respiración ¿Cuántas veces Lanhart le había dicho que cuidara su respiración? Curiosamente Day, ahora solo podía recordar las ocasiones en la que se lo dijo, justo antes de que ella perdiera el control.

Lanhart se lo dijo una sola vez, cuando era demasiado joven y estaba lo suficientemente rota como para saber lo que eso significaba.

—Eres mejor de lo que piensas— le había dicho el general.

Ella aún no lo entendía. Comprendió hasta años más tarde, y cuando quiso sacar el tema a colación, Lanhart fingió no escucharla. Así que ese era el único cumplido que obtendría de él.

Cuando Dom y ella saltaron del deslizador, pudo ver como los atacaban, y daban un tiro justo en una de las turbinas, lo que provocó miles de chispas y de materiales cayendo en dirección a ellos. Dominique hizo una mueca de enfado, al ver su nave destruida, pero Day, ella miraba en todas las direcciones, tratando de encontrar como protegerse de los restos del deslizador, pero no había nada. Y a Dom no parecía importarle mucho el hecho de que estaban cayendo en picada.

Day trató de llamar su atención, pero su hermano no la veía, y su mente estaba bloqueada por la adrenalina como para dejar que su gemelo entrara en ella. Estaban a punto de caer.

Dom abrió su paracaídas, pero un gran agujero se abrió en él por los escombros que caían del cielo. Le regaló a su hermana una mirada de advertencia, y Day abrió su propio paracaídas, solo para darse cuenta de que la mochila ya estaba rota ¿De verdad? ¿Así de patéticos terminarían?

Desparramados en pedazos sobre el suelo de la ciudadela, y nadie se tomaría la molestia de buscar sus restos, porque eso era una guerra, y estaría llena de muertos.

Day cerró los ojos, alguna idea debía surgir en ese momento. Ella era inteligente. Y recordó un momento en su vida, en la cima de una montaña helada.

—Cambia— ordenó el general cuando Day logró escalar hasta la cima.

—Me vendría bien un descanso— espetó y lanzó nieve hacía Lanhart. Estaba enojada en aquel entonces, porque su hermano no terminó de subir la montaña con ella.

— ¿Oh? Lo siento ¿Necesitas descansar? ¿No quieres que traiga una cama y algo caliente para que comas?— ironizó Lanhart.

Day le dio una media sonrisa.

—No estaría mal.

El general le lanzó algo que atrapó en el aire. Un termo con café. Day lo destapó y bebió rápidamente. Esa cosa tenía alcohol, pero en ese momento no le importó. Era mejor que nada. Con pesadez de puso de pie y le devolvió el recipiente vacío a Lanhart.

—Cambia— dijo el general.

— ¿En quién?— preguntó Day poniendo los ojos en blanco.

—No, en qué.

—No soy una maldita cosa.

—Y yo no entreno evolucionados comunes. Cambia y muéstrame que vales la pena. Ya tuviste la fuerza suficiente para subir la montaña, ahora cambia.

Day miró de reojo a Lousen, quien acompañaba a Magnus sin hacer ruido. Él le dio un encogimiento de hombros y miró hacía otra parte.

Ella se dirigió en concreto al general.

— ¿Y en que quiere que cambie?— preguntó en su tono más soberbio.

— ¿Qué no tienes imaginación? Cuando eras niña ¿Qué era a lo que más le tenías miedo?

Mente Maestra la sagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora