1.- La Ciudadela.

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IKE.

-Deja de ignorarme- espeta Velika.

-Lo haré en cuanto dejes de hablar de cosas que no quiero escuchar- replico enfadado. Con ella casi siempre se trata de estos temas: ¿Por qué no haces algo? ¿Por qué no incitas a tu gente a pelear? Quiero que entienda que no es así de sencillo.

Ella debe comprender que nuestros mundos son muy diferentes, que ella pertenece a los rebeldes, a la resistencia, se supone que debemos ser enemigos naturales, pero nuestra amistad es algo que está más allá de una pelea entre países, ya que ambos buscamos la salvación de nuestra gente.

En mi mundo, aprendes a hacer algo fundamental: Observas y callas, eso es todo. Y cuando has observado suficiente, bajas la mirada, así funcionan las cosas. Porque algún día seré alguien importante y cuando ese día llegue, todos callarán para escucharme.

-Te comportas aburrido- dice mientras se mira las uñas.

Es difícil recordar su tono de piel, solo la he visto una vez, sin embargo, temo en lo más profundo de mí ser, que si la dejo entrar en la ciudadela, causará una catástrofe mundial.

-Debes comprender- digo, midiendo cada una de mis palabras. Con Velika no puedes hablar solo por hablar, ella tomará tus palabras y las usará en tu contra-. Que no quiero que mueran personas inocentes.

Sus ojos arden con furia, y es en ese momento en el que me doy cuenta, de que no he seleccionado las palabras correctas.

-Abre los ojos, Ike- replica mientras se pone de pie para irse. No me disculpo, sé que volverá cuando su enojo disminuya-. Gente inocente ya está muriendo.

Es tarde. Es mi primer pensamiento, cuando me doy cuenta de que he estado observando el lugar en el que estaba Velika, por exactamente nueve minutos.

Cuando vives una vida como la mía, aprendes a contar cada minuto y a sacar provecho del tiempo. Es solo que con ella el tiempo va más rápido. Lo descubrí a los dieciocho años, cuando la conocí.

Me pongo de pie y froto mi cara un par de veces para lograr serenarme, sé que ella no lo sabe, que no se da cuenta de que me produce confusión, pero lo hace. Es la única que ha logrado desestabilizar mi carácter, y eso en sí, ya es un logro.

Subo la capucha sobre mi cabeza, para evitar que me reconozcan, en la ciudadela, todas las personas saben quién soy y de dónde vengo. No sé si he llegado a ganarme el respeto de los ciudadanos, sin embargo, no buscan asesinarme, al menos no directamente, eso significaría el exilio y tienen miedo de lo que hay afuera. Eso es lo único que evita mi muerte y la de mi familia: Ellos tienen miedo.

Respiro profundo, meto las manos en los bolsillos y bajo la mirada al suelo para pasar desapercibido. Camino arrastrando los pies, tratando de lucir como uno de los ciudadanos promedio.

Cada vez que tengo un encuentro con Velika, es lo mismo. Tengo que utilizar ropa de alguien de clase media, porque es la zona de la ciudadela en la que nos encontramos.

- ¡Ike!- grita alguien a mi espalda.

Me vuelvo tranquilamente, ya que si algún desconocido me hubiera reconocido, me llamarían señor Rosendelf. Aunque el verdadero señor es mi padre, pero claro, las personas se refieren a él como el Gobernante.

A mi espalda está Noah, me ha esperado en la salida de la zona media, juntos tomaremos el tren para ir a la zona rica. Ahí es donde tendré la libertad para bajar la capucha y dejar que me reconozcan para viajar en un transporte decente.

- ¿Terminaste con tu novia?― pregunta y se lleva una galleta a la boca. Noah siempre está comiendo.

-No es mi novia- respondo.

Mente Maestra la sagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora