Capítulo 69

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Moisés procuró no soltar la mano de Miriam durante el resto del camino; fue esa su silenciosa forma de infundirle un poco de valor a su hermana, recordarle mantener la esperanza y hacerle saber que a partir de ahora él estaría a su lado y la protegería. Aarón trató de distraerlos con otros temas, aunque más bien poco, porque sabía que sería imposible y no quería parecer indolente. Miriam, sin embargo, comprendió la buena intención de su hermano y decidió obligarse a hablar de cualquier cosa: no deseaba pasar el resto del viaje en un lúgubre silencio que solo favorecería sus dolores y pensamientos adversos, así que le preguntó a Moisés cómo había sido su viaje inicial por el desierto, ya que este solo les había hablado de su vida en Madián.

Moisés contó que tuvo que pasar una dura prueba por el camino, pues al principio había abandonado el pueblo con Zípora y sus hijos, pero Dios lo castigó por no haber circuncidado a Eliezer y estuvo a punto de matarlo de una extraña fiebre. Debido a esto, el niño tuvo que someterse a una circuncisión inmediata, y Moisés y Zípora decidieron que era mejor que la familia regresara a Madián y que Moisés continuara solo. Aarón y Miriam quedaron anonadados con la temible anécdota, pero no opinaron al respecto: ningún acto de Dios, por grande o pequeño que fuera, debía ser juzgado o cuestionado. Aarón comenzó a hablar de las circuncisiones de sus propios hijos, y Miriam desvió hacia Siptah la preocupación que le causó la historia. Su hijo tampoco había sido circuncidado, ¿habría sido esa la causa de su muerte?; ¿el arcángel Miguel habría roto la promesa de protegerlo al saber que el pequeño no tenía la marca del pueblo de Dios? Eso la atormentó más.

Cuando cayó la noche encendieron una fogata entre un suave susurro de insectos, y comieron alrededor de ella. Entonces Aarón relató que se había quedado sin insumos mientras caminaba de noche por el desierto, dos días después de haber salido de Egipto, y un viajero de ropas blancas apareció de repente y le regaló un cayado y una bolsa con agua y comida, pero cuando Aarón se levantó para agradecerle, el hombre había desaparecido por completo. Miriam ya había relatado su propia historia con el arcángel cuando le contó todo a Moisés, pero le faltaba añadir la parte más reciente y habló de la noche en que Miguel volvió a buscarla. Tantas anécdotas extrañas, hacían sentir a los tres orgullosos y afortunados de ser los "elegidos".

Luego de comer y beber se durmieron al calor de las brasas, y antes del alba siguieron su camino para aprovechar la frescura del desierto. Aarón inició la conversación, revelando un poco del panorama actual de Egipto. El imperio estaba transitando por sus años más prósperos, y aunque el faraón era un tirano, los egipcios lo admiraban por haber enriquecido de gran manera el reino y ahora lo llamaban "Ramsés, el grande". Su capital se volvía cada vez más rica, y era allí donde vivían de nuevo Aarón y toda su familia. La vida de los esclavos era dura, y se había puesto peor desde que Apuki había regresado a su cargo de jefe constructor.

Miriam, ¿recuerdas a Oseías, el hijo de Num y Amalia?

Miriam lo recordaba, por supuesto: había ayudado a su amiga Amalia a parir y la había cuidado hasta que murió por causa del alumbramiento.

Oseías debe ser mayor de edad ahora —respondió—. Tú y Eliseba debieron cuidarlo muy bien.

Ya es todo un hombre, sí —confirmó Aarón—. Regresó hace unos meses de Abu Simbel y cometió la estupidez de enamorarse de Ana, la hija de Apuki. Y eso no es todo, también se atrevió a desafiar a Ramsés: no quiso arrodillarse ante él en el último cortejo. Por suerte, la princesa Henutmire intervino para que no fuera ejecutado, pero el faraón se cobró la vida de otros diez hebreos para poder desquitarse...

Aarón iba a continuar hablando, pero él y sus hermanos se percataron de un grupo de seis hombres que venían en dirección a ellos. Resultaron ser ladrones, e intentaron robar el anillo egipcio que Moisés traía consigo (el mismo que Ramsés le había dado la noche de su partida). Sin embargo, Dios volvió a realizar uno de sus maravillosos milagros, y al final los ladrones terminaron comiendo y charlando con los hermanos como si todos se conocieran de algún sitio.

Libi ShelekhaOnde histórias criam vida. Descubra agora