Capítulo 13

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Miriam despertó con los primeros rayos de la mañana, sintiéndose como nueva después de haber dormido plácidamente

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Miriam despertó con los primeros rayos de la mañana, sintiéndose como nueva después de haber dormido plácidamente. Suspiró desperezándose, y dio una mirada rápida a su alrededor, recordando dónde estaba. Al girar su cabeza hacia la izquierda, vio a Ramsés dormido a escasos centímetros de ella. Miriam se encogió, procurando moverse lo menos brusco posible para evitar despertarlo. Se deslizó por el colchón hasta alcanzar la orilla, y después de levantarse tomó su ropa doblada en el suelo. Asomó la cabeza por la ranura de la carpa, mirando hacia un lado y otro: ningún soldado se había levantado aún, así que aprovechó para salir y ocultarse detrás del carruaje para cambiarse de ropa.

Unos minutos después, Disebek salió de su respectiva carpa y se dirigió a la del príncipe para despertarlo. El camino por recorrer todavía era largo, pero gracias al mapa que llevaban consigo llegarían a Egipto en la tarde de ese mismo día, si se apresuraban.

Buen día príncipe, es hora de continuar con nuestro viaje —exclamó Disebek.

Ramsés se dio la vuelta con pereza, pero ante la extrañeza de que Disebek no hubiese soltado ningún comentario por ver a Miriam a su lado, abrió los ojos de golpe para mirar únicamente el lado vacío del colchón donde ella había dormido. Se frotó el rostro con ambas manos y observó su alrededor, buscándola.

—¿Sucede algo? —preguntó Disebek. 

Ramsés negó con la cabeza y volvió a taparse con las cobijas.

En un rato estaré afuera —dijo. 

Muy bien —contestó el general, a punto de retirarse—, los soldados vendrán a recoger tu carpa después de desayunar.
 
—¿La esclava está afuera? preguntó Ramsés.

Disebek se dio la vuelta.

No me fijé, pero lo más seguro es que sí. Anoche se negó a dormir en las carpas.

—Quiero hablar con ella, dile que venga.

Disebek hizo una reverencia y se retiró.

Miriam estaba recogiendo las mantas que había dejado cerca del carruaje en la noche, y mientras les sacudía la arena, Disebek se le acercó.

Aquí estás... —dijo el general— ¿Entonces, dormiste aquí toda la noche?, tuviste suerte de no morir congelada .

Suponiendo que Ramsés no querría que se hablara sobre la invitación a la carpa, Miriam no hizo ninguna mención al respecto y respondió que no había padecido tanto la noche gracias a que durmió cerca de los caballos.

Ya veo... Fue muy inteligente de tu parte —respondió Disebek—. Ramsés me pidió que te llamara, quiere hablar contigo.

—¿De qué? —preguntó ella, nerviosa.

No me lo dijo. Pero voy a darte un consejo: ya que está mucho más tranquilo, pídele perdón por lo que hiciste y trata de arreglar las cosas con él. Tal vez cambie de opinión y te salves de recibir un duro castigo al llegar a Egipto.

Libi ShelekhaWhere stories live. Discover now