Capítulo 16

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En la mañana, Miriam salió de su casa cargada con sus jarrones y se  sentó en la orilla del pozo para llenarlos

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En la mañana, Miriam salió de su casa cargada con sus jarrones y se sentó en la orilla del pozo para llenarlos. Tomó agua suficiente para la jornada, y se quedó esperando a Abigail para ir juntas a las obras como de costumbre. Los murmullos de los esclavos que salían de la villa le hicieron caer en cuenta de que ya iba con algo de retraso al trabajo, y comenzó a impacientarse cuando vio a lo lejos a Abigail y Zelofehad, tomados de la mano y caminando excesivamente lento. Ambos habían contraído matrimonio hacía muy poco, y ahora andaban de un lado para otro agarrados como dos ramas de un mismo árbol.

La imagen de la feliz pareja le recordó a Miriam que muy pronto ella tendría que asumir el mismo papel con el que fuera su futuro esposo, y se deprimió porque no quería hacerlo. Tenía a Hur en la cabeza como casi todos los días, y ahora lamentaba que él la hubiese visto con aquel pretendiente la noche anterior. De repente percibió el reflejo de otra persona en el agua del pozo, y al elevar la cabeza por sobre su hombro, encontró justamente a Hur detrás suyo. De inmediato Miriam se puso en pie, con tal torpeza que casi dejó caer los jarrones de agua.

—Disculpa si te asusté —dijo el joyero.

Nada de eso, no te preocupes —respondió ella con una sonrisa nerviosa—. Qué sorpresa verte por aquí tan temprano.

Hur explicó su presencia en la villa con la excusa de que le había traído a su hijo algunas herramientas para que este pudiera seguir fabricando joyas; aunque, en realidad, otro impulso lo había llevado hasta allí esa mañana: saber qué resultado había dejado la cita de Miriam con aquel pretendiente. Pero como no se le ocurrió de qué forma abordar el tema, terminó preguntando si había alguna novedad. Miriam lo miró un tanto confusa.

—¿Alguna novedad? ¿como de qué?

—Bueno, no sé... —respondió él— ...No te había visto desde hace varios días, y anoche fui a tu casa para saber cómo estabas...Miriam bajó el rostro con vergüenza.

—Sé que mi madre no te dejó entrar, y te pido disculpas por eso.

—No te preocupes, ella me explicó que tenían una visita especial en casa.

—Sí... era... un familiar que no veíamos hace mucho —inventó Miriam.

Hur la observó extrañado.

—¿Un familiar?... Uri y Leila me habían dicho otra cosa.

—¿Qué cosa?

—Que ese hombre era uno de tus pretendientes...

Miriam se puso roja y quiso explicarse, pero su voz titubeante no la dejó.

—Tranquila, no tienes que darme ninguna explicación —le dijo Hur en tono amable—. Pero, ¿entonces?... ¿dio resultado?, ¿te casarás con ese hombre? —preguntó sin más preámbulo.

Libi ShelekhaWhere stories live. Discover now