Capítulo 12

3K 335 44
                                    

Durante la primera noche en que la caravana se detuvo  para descansar en el desierto, los soldados armaron sus tiendas y se  sentaron alrededor de una fogata junto al príncipe, a fin de distraerlo  un poco de la muerte de su padre y escuchar todo ...

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Durante la primera noche en que la caravana se detuvo para descansar en el desierto, los soldados armaron sus tiendas y se sentaron alrededor de una fogata junto al príncipe, a fin de distraerlo un poco de la muerte de su padre y escuchar todo lo que tuvo que pasar desde el día de su desaparición.

Miriam permaneció apartada del grupo, sentada en el suelo detrás del carruaje, a una larga distancia de la fogata. Se sentía incómoda estando cerca de los soldados, y no solo porque era la única mujer, sino porque gracias a la aflicción que llevaba encima, no deseaba hablar con nadie.  Meditaba una y otra vez buscando aclarar su mente, pero la negatividad no la dejaba hacerlo. Tenía miedo de lo que sucedería al regresar a Egipto, y no sabía si estar más feliz que abrumada o viceversa. Deseaba con vehemencia que esa pesadilla acabara y así poder regresar con su familia, dormir un poco y tener algo de sosiego después de todo lo ocurrido. Sabía, sin embargo, que eso no sería posible, pues tenía muy presentes las amenazas de Ramsés y le exasperaba pensar en qué clase de venganza tenía planeada para ella. Si algo había aprendido en los años de esclavitud era que, al pensar en un castigo por parte de la realeza, siempre se debía esperar lo peor.

Pasaron unas cuantas horas y, ya bien entrada la noche, los soldados abandonaron la fogata para ir a dormir a sus respectivas carpas. El príncipe hizo lo mismo y caminó hasta el carruaje para cambiarse de ropa, pero Disebek lo detuvo a mitad de camino, pidiéndole hablar un momento a solas.

Mientras Bakenmut se aproximaba a su carpa, vio a Miriam aún sentada detrás del carruaje y se acercó a ella.

—¿Te encuentras bien? —preguntó el oficial.

Miriam volteó a verlo y cuando lo reconoció se levantó rápidamente, alejándose unos cuantos pasos de él.

—Estoy bien gracias —respondió.

Bakenmut la recorrió de arriba abajo con una mirada insinuante y le dijo:

—No transito mucho por la villa y creo que nunca te había visto. De haber sabido lo que me estaba perdiendo, habría ido más a menudo.

Lejos de sentirse halagada por sus palabras, Miriam sintió asco porque, a diferencia de Bakenmut, ella recordaba perfectamente quién era él.

—Sí nos hemos visto antes, en dos oportunidades —dijo Miriam—. Y las recuerdo muy bien.

—¿Ah sí?, debieron ser muy especiales entonces —respondió el oficial con una sonrisa—, ¿quieres refrescarme la memoria?

—Pensé que también las recordaría, porque ambas tienen que ver con Moisés. Usted por poco asesina a mi madre cuando la princesa descubrió que ella estuvo infiltrada en la celda de Moisés. Y luego cuando él escapó de Egipto, usted entró a todas las casas de la villa a la fuerza, buscándolo.

—Por los dioses... —respondió Bakenmut sobándose el mentón—, fue hace tanto que ya no lo recordaba, pero debes entender que... Yo sólo seguía órdenes. —Comenzó a aproximarse a Miriam lentamente—. El lado bueno, es que ahora tenemos una oportunidad para llevarnos mejor...

Libi ShelekhaWhere stories live. Discover now