Capítulo 18

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Hur había hablado de sus penas con su hijo Uri, pero confesó que además tenía otro gran problema: con el transcurrir de los días, y a pesar de la maravillosa cita con Miriam, seguía ardiendo en celos al ver a Henutmire con Disebek

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Hur había hablado de sus penas con su hijo Uri, pero confesó que además tenía otro gran problema: con el transcurrir de los días, y a pesar de la maravillosa cita con Miriam, seguía ardiendo en celos al ver a Henutmire con Disebek.

La cita con Miriam fue maravillosa, es verdad... —aclaró Hur—. Ella es una mujer excepcional y esa noche estaba completamente seguro de que quería hacerla mi esposa... Pero Henutmire... ella sigue en mi corazón. —Hur sintió vergüenza y se cubrió el rostro con una mano esperando la respuesta de su hijo.

Uri comprendía el dilema de su padre y quería ayudarlo a salir de él, de modo que le sugirió que tal vez sería mejor que abandonara el palacio para no tener cerca la tentación de la princesa, y le aconsejó que volviera a la villa para que pudiera casarse tranquilamente con Miriam.

Si te quedas aquí vas a seguir sufriendo, papá. En la villa está toda tu familia, tu nieto, Leila, yo... Tú y yo somos libres y no tenemos que trabajar como esclavos: podemos seguir vendiendo joyas en la calle del comercio. A mí me ha ido muy bien allí.

Hur respondió que no sabía si sería capaz de abandonar todo lo que había conocido, pero además necesitaba el permiso del faraón para marcharse, sobre todo ahora que la demanda de joyas aumentaría porque el soberano estaba próximo a casarse. Uri le dijo que no era necesario retirarse inmediatamente, sino que podría hacerlo luego de la boda.

—Tal vez deba hablar con la reina Tuya primero, aprovechando que el rey está de viaje —comentó Hur—. Confieso que tengo miedo de irme del palacio, pero también estoy desesperado; necesito alejarme de Henutmire lo más pronto posible.

Si le dices a la reina que pretendes casarte con Miriam, estoy casi seguro de que permitirá que te vayas del palacio. Todos hablan de que Ramsés y ella no se llevaron nada bien durante la desaparición: dudo mucho que el rey quiera verla aquí, antes de que ella venga preferirá que tú te vayas. Así no tendrás que inventar nada muy rebuscado para justificar tu renuncia.

Hur tomó el consejo de su hijo y habló con la reina Tuya ese mismo día. Pero en la tarde, la princesa Henutmire ingresó al salón de orfrebería para hablar con él. Traía una cara de angustia y contrariedad, por lo que el joyero supuso que ya se había enterado de su conversación con la reina. La princesa ordenó a los demás trabajadores que se retiraran de la sala, y cuando estuvo a solas con Hur, lo miró con una mezcla de tristeza y decepción.

—Por lo visto nunca me perdonaste, ni me perdonarás haber expulsado a Leila del palacio —dijo ella—; está claro que ya no me consideras tu amiga. No tenía idea de que querías casarte.

Hur trató de no mirarla y concentrarse en su trabajo.

—No creí necesario molestarla con mis cosas princesa, usted ya tiene demasiadas situaciones en su vida de las cuales ocuparse, es por eso que hablé directamente con la reina.

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