Dos - Alexander

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Alexander:

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Alexander:

Hacía casi una hora que mi hermano y yo estábamos sentados uno frente a otro, bebíamos un café que hacía unos minutos una mesera nos había traído. De vez en cuando nos dedicábamos una penosa sonrisa, pero el silencio predominaba entre nosotros, lo único que lo interrumpía era el repiqueteo de los zapatos en los brillosos pisos de porcelanato de la Clínica Swedish.

─ ¿Cuándo piensas regresar? ─ Carter, mi hermano menor, habló primero e inclusive su voz normalmente segura salió deformada, como si hablar implicara un esfuerzo insoportable.

No quería responder, pero su pierna se movía impaciente de arriba hacia abajo y entendí que tal vez hablar era su manera de manejar la ansiedad.

Suspiré y traté de reordenar las ideas en mi cabeza, pero incapaz de dar una respuesta segura me limité a decir lo que pensaba:

─ Tal vez me quede una temporada... tal vez para siempre ─ estaba cansado por no dormir y por no poder apagar mi cerebro, necesitaba poder dejar de pensar.

«Una cosa a la vez» había sido el único consejo sabio que me dio Aneka justo antes de volver a Chicago.

─ ¿Qué harás?

Me acomodé en mi asiento, un pequeño e incómodo sofá, y pasé mis manos por el cabello, despeinándolo en el proceso ¿Qué harás? O ¿Cómo? No tenía ni idea de que responder a eso, mi cabeza estaba llena de incertidumbres.

─ Independientemente del resultado, creo que estuve lejos demasiado tiempo...

El rostro de Carter se iluminó y eso me obligó a sonreír, era agradable saber que mi hermano quería tenerme cerca, sobre todo teniendo en cuenta que mi regreso limitaba su puesto en la compañía, aunque no estaba seguro de lo que él quería en relación a eso.

─ Se que amas tu vida en Dinamarca, pero lamento decirte que me alegra, haces mucha falta ─ levantó la comisura de sus labios en un intento de sonrisa, pero solo consiguió que fuera mas notoria la tristeza en sus ojos.

Asentí bebiendo el último sorbo de mi café, me costaba admitir que ya no me sentía tan cómodo en Dinamarca. Había pensado en escapar a un nuevo sitio, pero la idea de volver a Chicago de forma permanente me agobiaba. Dejé la ciudad una vez obtuve mi título en negocios, nadie se lo esperaba, pero había aceptado un trabajo en Dinamarca, la paga era medianamente aceptable, pero el dinero nunca había sido un problema para mí. Mis motivos para alejarme eran varios; escapar de la locura que ser un Murray implicaba, ser uno de los herederos del imperio Foley tenía beneficios, pero los prejuicios me pesaban demasiado; siempre había un fotógrafo queriendo mostrar cómo era mi vida, con quien salía, que fiestas y lugares visitaba, pero yo siempre fui una persona reservada. Por otro lado estaba la mujer y la noticia que destrozó mi vida de una manera que ni siquiera yo mismo conseguía comprender.

VeneciaWhere stories live. Discover now