Diecisiete - Alexander

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Levanté el teléfono que sonaba sobre la cómoda y rechacé la llamada cuando vi que era Aneka la que llamaba. Habíamos hablado tres veces durante el día y dos de ellas habíamos discutido. Estaba claro que la situación no daba para más, ella no podía soportar mis decisiones con respecto al futuro o a mi mudanza. Por mi parte, no podía amigarme con la clase de persona en la que se había convertido.

Me observe en el espejo acomodando la chaqueta del esmoquin. Me sentaba fatal, odiaba usar este tipo de ropa, pero el evento lo requería. Este tipo de cosas eran las que siempre había odiado, tener que fingir que me agradaban estos eventos, este tipo de ropa e incluso la gente que me cruzaba. Ese no era yo, nunca lo había sido.

Un sutil golpe en la puerta me sacó de mis pensamientos.

─ ¿Puedo pasar? ─ la voz de mi madre sonó al otro lado.

─ Por supuesto...─ respondí abriendo.

Mi madre entró enfundada en un precioso vestido gris, siempre destacaba por esa belleza natural que tenía.

─ Preciosa ─ comenté tomando su mano y haciéndola girar ante mis ojos.

Ella rio y terminó abrazándome, para lo que tuvo que ponerse de puntas de pie, pese a estar usando tacones.

─ ¿Cuándo fue que crecieron tanto? ─ preguntó con la voz claramente emocionada ─ Me siento tan pequeña en tus brazos Alex.

─ ¿Qué ocurre mamá? ─ tire de su mano y nos sentamos en el borde de mi cama.

─ Quiero que seas feliz ─ respondió viéndome a los ojos ─ Quiero que encuentres una persona que te de la felicidad que buscas y que te permita olvidar el pasado.

─ Soy feliz mamá ─ respondí acariciando sus manos.

─ No lo eres, soy tu madre y lo sé. Pero quiero que me prometas que buscaras tu felicidad Alex y si tienes que volver a irte de Chicago lo entenderemos...

─ No me iré, papá me necesita ─ ella asintió colocando ambas manos en mis mejillas ─ Carter también.

─ Prométeme que buscaras esa felicidad...

La mirada de mi madre era triste, no sé porque sentí que sus palabras eran un consejo de despedida.

─ ¿Qué pasa mamá? ¿Estás bien?

─ Prométemelo ─ Insistió.

─ Por supuesto, lo prometo.

─ Bien ─ una sonrisa iluminó su rostro y sus manos bajaron hasta mi pecho ─ Estás muy guapo hijo ─ Sus ojos se clavaron en mi sonrisa y una mano acarició nuevamente mi mejilla ─ recortaste tu barba.

─ Se que la odias...

─ No la odio ─ palmeó mi hombro poniéndose de pie ─ pero estás más guapo, antes parecías...─ Hizo un silencio mientras miraba todo a su alrededor ─ un vagabundo.

VeneciaWhere stories live. Discover now