Veintiséis - Alexander

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─ ¿Estás seguro de esto? ─ Aneka secó sus lágrimas con cuidado de no arruinar su perfecto maquillaje.

Yo la observé desde mi lugar a un lado de la puerta, con las manos en los bolsillos, asentí y no dije nada más.

─ Esa chica ─ tomó aire ─ la del cabello rosa...

─ Ella no es tu asunto y probablemente tampoco el mío.

Venecia estaba haciéndome romper la principal regla que tenía de ética laboral: No mezclar el trabajo y el placer. Pero en mi defensa, no podía evitarlo.

Venecia me atraía de una manera inexplicable, todo en ella era adictivo para mí y cuanto más conocía, más quería de ella. Sus enormes ojos de Bambi y esa mirada intensa que expresaba mucho más que sus palabras; sus labios carnosos que besaban con desesperación y que cuando sonreían me dejaban prácticamente sin aliento, su aroma era una jodida locura al igual que ese pequeño tic cuando se ponía nerviosa, solía llevar los labios a un costado y mordía un poco su labio inferior. Su cuerpo era increíble, con unas curvas preciosas, unos pechos rellenos y un trasero que no me dejaba dormir de solo pensar en él.

Se que, tal vez, mi atracción por ella solo fuera física y ese era el mayor riesgo. Meterse con alguien del trabajo, darse cuenta que luego de unos encuentros la magia se apagaba y tener que seguir trabajando juntos, muchas veces es difícil, pero algo me decía que ella valía la pena el riesgo.

Aneka asintió, sabía que estaba molesta por mi respuesta, ella quería que le dijera que Venecia no era nada y, aunque técnicamente lo era, no pensaba darle esperanzas sobre nosotros. Tenía que ser claro con ella, necesitaba que entendiera que entre nosotros no volvería a pasar nada.

No hicieron falta más palabras para que se pusiera de pie, tampoco pensaba perder más tiempo explicando algo que creí haber dejado claro. Caminó hasta pararse a mi lado, dejó un beso en mi mejilla y sin decir nada salió por la puerta.

Minutos después salí de mi oficina encontrándome con la atenta mirada de Nicolla.

─ Alexander, lo siento...─ estaba sumamente nerviosa ─ Le pedí que se sentara para avisarle que la esperaba pero decidió entrar sin más.

─ No es tu culpa, tranquila ¿Sabes dónde fue Venecia? ─ pregunté intentando disimular mi nerviosismo ─ Necesito terminar de explicarle los trabajos que necesito haga hoy.

─ Entró al despacho del señor Müller.

Asentí.

─ Alexander...

Me llamó antes de que pudiera dar un paso más hacia el despacho de mi amigo. Me gire y la observe un poco molesto porque no me dejara ir por Venecia.

─ ¿Está todo bien con mi hermana? ─ la miré con curiosidad y eso la hizo aclararse ─ Ella salió un poco mal del despacho y pensé que tal vez usted la había reprendido por algo, si quiere puedo hablar con ella.

VeneciaWhere stories live. Discover now