Treinta y nueve - Venecia

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La cabeza me dolía como si la hubiera golpeado una y otra vez contra una pared. Me removí incómoda en la cama y de pronto sentí el olor particular de las sabanas de mi hermana, por lo que abrí la mitad de un ojo ¿Qué hacía ahí?

─ ¿Recuerdas algo? ─ me preguntó entrando al cuarto con una taza humeante y un plato que dejó en la mesa de noche a mi lado ─ te de jazmin y dos analgésicos ─ dijo sentándose a mi lado.

─ ¿Qué pasó?

─ ¿Por dónde empiezo? ─ rió levantando las dos piernas para sentarse como indio frente a mí ─ bebiste tanto que si te acercabas a una cerilla explotabas.

Asentí tomando los analgésicos, tenía sentido mi dolor de cabeza.

─ Por otro lado acusaste a Alexander de tener una especie de fetiche ─ Abrí los ojos asustada ─ de querer acostarse con las dos.

─ ¡Mio Dio! ─ exclamé dejándome caer en la cama ─ ¿Estoy despedida? ─ volví a levantarme preocupada.

Nicolla soltó una carcajada escandalosa.

─ Lo tienes tan loco que creo que no te despediría aunque lo insultes frente a todos, pero no lo hagas ─ Aclaró sabiendo que era capaz ─ ¿Cuando pensabas decírmelo? No es que no lo supiera...

─ ¿Lo sabías? ¿Cómo...?

─ Te conozco.

─ Lo siento ¿te trate muy mal? ─ Era consciente que siempre que discutimos solía ser muy cruel con ella.

─ No, pero me gustaría que recordaras algo de nuestra charla.

─ Dime...─ dije sorbiendo él te incitando a que hablara.

─ Venecia jamás me metería con un chico que te gusta...─ dijo acomodando su cabello ─ Además que Alex no es mi tipo.

─ ¿No? ─ algo me hacía pensar que Alex era el tipo de todo el mundo, evidentemente no era así ─ ¿Ezra? ─ pregunté.

─ Ezra es guapo, pero no ─ sonrió ─ No importa...

─ Quiero saber ─ insistí.

─ No me contaste de Alex, tampoco te diré nada.

Asentí, quería saber, pero era justo.

─ ¿Por qué te pusiste así?

─ Mamma ─ dije con la taza apoyada en mis labios antes de beber ─ ella cree que a ti te gusta Alex y que el es perfecto para ti, en cambio ─ suspiré ─ lo de siempre, ella cree, y no tiene reparos en decir, que yo no soy la indicada para alguien como él.

Nicolla puso los ojos en blanco.

─ Tienes que salir de la casa de nuestros padres, te enfermarás.

La miré sorprendida.

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