Trece - Alexander

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Cuando salí de la ducha y me dejé caer en la cama, los recuerdos y las emociones seguían dando vueltas por mi mente. Por algún motivo pensé que podía pasar por alto ese encuentro, que ver al niño esa tarde no iba a afectar en nada y que volver a Chicago no podía ser tan malo

Bueno, no fue así. Seguía mirando el techo mientras los recuerdos de hace años cruzaban por mi mente una y otra vez. Las noches en vela, el agotamiento y el dolor de la pérdida ¿Por qué volvía a doler? Habían pasado años sin pensar en ello, pero ahí estaban de nuevo los recuerdos, atormentándome.

Necesitaba despejarme y solo podía pensar en un lugar que me proporcionara la privacidad suficiente como para emborracharme sin que nadie lo supiera.

Estacioné en Luxure alrededor de la una de la madrugada, había varios vehículos en el estacionamiento, pero el lugar junto al deportivo de Daniel estaba vacío, era el lugar reservado para sus amigos. Allí me detuve.

Daniel era mi amigo desde la escuela, siempre fue un chico problemático, pero nada demasiado grave como para que su padre no pudiera solucionarlo con algo de dinero. Con los años Daniel se hizo cargo de los negocios de su familia, pero el tráfico de influencias siempre fue su fuerte y con el tiempo se inició en el negocio del placer. Primero llegó Luxure, un club para caballeros que necesitaban privacidad; reuniones de negocios ilegales, políticos corruptos o nosotros, que queríamos disfrutar de un rato de privacidad, sin la mierda de periodistas al acecho de una foto. Luego le siguió Kinkster, un club de sexo donde las personas podían cumplir sus fantasías sexuales con total privacidad y sin la necesidad de ser juzgados por ello.

Pulsé el código de acceso a Luxure, la música y el suave olor a tabaco tan característico me dieron la bienvenida. Había mucha gente en el salón, pero caminé buscando a mi amigo, lo vi parado en la barra y sonriendo mientras veía a una mesera alejarse de él.

─ ¿Alex? ─ preguntó sorprendido cuando me vio acercarme ─ ¿Qué mierda haces aquí? ─ me abrazó y palmeó mi espalda.

─ Volví ─ respondí sentándome en la barra a su lado ─ para quedarme, es una larga historia...

─ ¿Alexander? ─ Emile apareció en la barra enseñando su preciosa sonrisa ─ Que alegría verte por aquí ¿Qué te sirvo?

─ Un whisky...

La chica asintió, me sirvió lo que le pedí e ignorando completamente a mi amigo se alejó de nosotros.

─ Creí que para estas alturas ya tendría un diamante en su dedo ─ comenté antes de llevarme el vaso a los labios.

Daniel sonrió y miró la espalda de Emile mientras atendía a una pareja al otro lado ─ Esa mierda no es para nosotros amigo...

Asentí.

─ ¿Qué haces aquí? ¿Aneka?

─ Tenemos mucho que hablar Daniel, pero no esta noche...─ terminé mi bebida ─ Necesito dejar la mente en blanco.

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