Cuarenta y siete - Venecia

20 4 1
                                    

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.


─ No puedo aceptarlo Mimi...

─ Si puedes y lo harás, medio premio para cada una.

─ Pero yo no compré el billete ─ insistí.

Mimi y Ezra habían llegado ese sábado, como todos los sábados, por la noche. Desde que las cosas con Alex habían terminado pasaban, aunque sea unas dos horas conmigo en mi departamento.

De alguna manera había comenzado a odiar los sábados.

No a ellos, pero sí los sábados. Supongo que ellos temían que me deprimiera o que no se...

Deprimida estaba, lloraba mucho pero no lo hacía frente a ellos -ni nadie-. No tomaba alcohol, aunque si fumaba mucho más que antes ¿Qué importaba ahora? No tenía un Alex atlético con quien compartir mis días.

Hacía cuatro días que Mimi había anunciado el premio del billete de lotería y seguía negándome a aceptarlo. No habíamos ganado el premio gordo, no es que éramos millonarias, pero habíamos ganado una suma generosa que nos permitiría darnos algún gusto interesante.

─ ¡Listo! ─ anunció Ezra ─ depositado ─ levantó el teléfono de mi amiga y me enseño el comprobante de una transferencia bancaria.

─ Traicionero.

Mimi se puso de pie cuando su teléfono sonó y se alejó para responder a la llamada.

─ ¿Cómo está? ─ le pregunté a mi amigo.

─ No sabría decirte...

─ No me digas que no lo ves, porque esa mierda no te la creo.

─ No me refiero a eso, Alex no parece él mismo en este momento ─ suspiró y me miró de arriba hacia abajo ─ como tú ¿Estás comiendo bien?

─ Si...─ respondí levantando mis hombros.

La verdad es que no recordaba mi última buena comida, generalmente sobrevivía a cigarrillos, gaseosas y alguna porquería que viniera empaquetada.

─ Escucha, tienes ese dinero ¿Por qué no haces un viaje?

─ Tengo que ponerme a buscar otro trabajo.

─ ¿Por qué? ─ preguntó el idiota ─ Ahora que tienes un aval no tienes limites en la empresa.

─ Mi límite se llama Alex ─ dije encendiendo un cigarrillo.

Era la una de la mañana y habían pasado horas, desde que los chicos se fueron, viendo en la computadora camionetas tipo van, equipadas como casas rodantes. Algunas no eran tan costosas, pero por las fotos se veía que estaban bastante maltratadas. Separé una que me llamó demasiado la atención, había sido publicada hacía pocos minutos. El vehículo se veía en perfecto estado al igual que su interior, parecía haber estado muy bien pensado.

VeneciaWhere stories live. Discover now