Treinta y cinco - Alexander

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El almuerzo con Nicolla y Samira había sido fructuoso, había conseguido los informes y ciertamente había varias cosas que se estaban filtrando. Fue duro tener que reconocer esa enorme falla en mi padre, a quien siempre había visto como un hombre controlador y exigente. Aunque también sentí algo de culpa, tal vez me necesitaba a su lado mucho más de lo que admitía.

─ ¿Alex?

Una voz femenina interrumpió el final de nuestro almuerzo y el buen humor que había caracterizado la comida se difumino cuando me enfrente a la delgada figura de Sara.

─ Hola Sara ─ respondí cortante mientras Nicolla y Samira observaban con curiosidad a la morocha que se había acercado a nosotros.

─ Lamento interrumpir ─ miró a mis acompañantes ─ seguramente estés en un almuerzo de negocios.

─ Exactamente ─ respondí distante cerrando las carpetas que tenía sobre la mesa.

─ ¿Podría llamarte esta noche? Tengo algo importante que discutir contigo.

─ No creo que eso sea posible ─ Dije poniéndome de pie.

Nicolla y Samira me imitaron.

Salimos del restaurante dejando a Sara de pie frente a nuestra mesa. Ninguna de las dos dijo nada y Samira se despidió de nosotros en cuanto llegamos a la calle.

Nicolla y yo caminamos al estacionamiento y aguardó hasta que le abrí la puerta del vehículo. Eso me hizo sonreír, era tan opuesta a Venecia. Eso también me hizo volver a pensar en la chica y la culpa volvió, tal vez me había sobrepasado, tal vez era demasiado pronto y, ciertamente, Venecia no se parecía en nada a todas las mujeres con las que había salido. Ella era orgullosa y podía darme cuenta que no disfrutaba de las mismas atenciones que las demás mujeres.

─ Alex ─ Nicolla llamó mi atención mientras conducía.

─ ¿Mmm?

─ No quiero parecer una empleada entrometida ─ aclaró y de pronto me obligué a prestar más atención ─ Se que es completamente fuera de lugar lo que voy a decir y...

─ Habla Nicolla ─ la apremié.

─ Esa mujer ¿Es tu algo?

La miré curioso, estaba claro que esa pregunta estaba fuera de lugar, pero me dio curiosidad saber si Venecia le había contado lo que había pasado entre nosotros.

─ Es mi ex ─ respondí ─ ¿Por qué la pregunta?

─ Por nada ─ dijo mirando por la ventanilla, pensativa.

Decidí no insistir, no quería en realidad saber cuál era el motivo de su pregunta. Aunque algo me decía que tenía que ver con Venecia.

Cuando llegamos a la oficina Ezra se adentró sin anunciarse y caminó hasta sentarse frente a mi escritorio.

VeneciaWhere stories live. Discover now