Cuarenta - Venecia

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Alex había pasado por mi a las ocho como había prometido y en el camino a su casa me había puesto al corriente sobre la cena, por suerte me había avisado temprano que la cena era formal y mi hermana me había ayudado con un vestido corto color verde esmeralda, que me sentaba bastante bien. Era ajustado al cuerpo y tenía un escote maravilloso.

─ En realidad fue algo organizado por Michelle...─ Puse los ojos en blanco pensando que no me vería ─ Lo sé, a mí tampoco me agrada ─ río.

─ ¿Por qué vamos a esa cena? ¿Por qué estoy invitada? ─ pregunté.

─ Bueno primero porque estamos saliendo ─ dijo mientras doblaba en una esquina para incorporarse en una avenida un poco más concurrida ─ Es una cena entre amigos, Ada y Emile estarán ahí ¿Conoces a Emile?

─ ¿La Emile de Daniel? ─ pregunté entusiasmada y Alex sonrió mientras asentía ─ ¡Claro! La adoro. Un momento ¿Irá como pareja de Daniel?

─ Si, al parecer sí.

─ ¡Increíble! Ya era hora. Entonces ¿Por qué estoy invitada?

─ ¿Todo lo anterior no fue suficiente?

─ Bueno, teniendo en cuenta que tendré que soportar a Michelle, no.

Alex río mientras enredaba sus dedos con los míos en el apoyabrazos central de la camioneta.

─ Bueno, irás conmigo a la boda ─ abrí los ojos casi espantada ─ ¿De que te sorprendes?

─ Pero ¿Estará toda tu familia?

─ Teniendo en cuenta que es la boda de mi hermano, espero que así sea.

─ Pero Alex...

─ Tranquila ─ me interrumpió soltando mi mano para girar y adentrarse en su propiedad.

Estaba tan nerviosa que ni siquiera bajé del auto, por lo que Alex pudo abrir mi puerta y ayudarme a bajar. Ninguno dijo nada, pero supongo que al notar mi nerviosismo me acercó a su cuerpo y caminamos mientras él me sujetaba por la cintura, no era un acto posesivo era más bien un "tranquila, yo te sostengo" y se sentía demasiado bien.

Cuando llegamos me lleve una sorpresa y no sé porque no lo había pensado antes. En la enorme sala de los Murray no solo había personas que conocía, si no que además había muchas otras que no. Como todas las amigas de Michelle, que en cuanto nos vieron atravesar el umbral de la habitación nos miraron como si Alex sostuviera en su mano un veneno poderoso, como si fuera dimetilmercurio y estuviera a punto de envenenar a todos.

─ ¡Neci! ─ La dulce voz de Ada fue una especie alivio a todos los puñales que me habían clavado con la mirada.

Nos abrazamos cuando la chica chocó con mi cuerpo y la abrace con fuerza.

VeneciaWhere stories live. Discover now