"No juzgues un libro por su portada" Esa frase parecía funcionar bien para todo; menos para Venecia.
Todo el mundo la veía como un desastre y cuando terminó volviendo a la casa de sus padres y a vivir bajo la sombra de sus perfectos hermanos, todos...
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Quedé fascinada en cuanto puse un pie en el enorme salón. Nunca, en mis veinticuatro años, había asistido a un evento de este tipo. El lugar tenía una luz tenue y la gente se movía con gracia, todos vestían elegantes y parecían estar en un ambiente conocido.
Nosotras no éramos menos y realmente no podía creer lo que un buen vestido podía hacer conmigo.
Nicolla me había prestado un hermoso vestido negro y largo hasta el piso. Era aterciopelado al tacto, dejaba un hombro al descubierto y el tajo del lado izquierdo... bueno de eso no estaba tan segura, mi pierna quedaba, casi, en su totalidad al descubierto y en más de una oportunidad mi hermana me había encontrado tironeando de la tela por miedo a que se viera más de lo que se suponía. Pero, por otro lado, debía admitir que la forma en la que se ceñía a mi cintura me hizo encontrarme con curvas que creía no haber visto nunca antes en mí.
Mi hermana tomó la delantera con seguridad y la seguí, me sentía un poco incómoda y, al parecer, era bastante obvio cuando llegamos donde las demás chicas y Amelia susurró:
─ Tranquila, tienes cara de querer salir corriendo ─ soltó entregándome una copa de Champagne que acepté agradecida.
─ Es lo que quiero hacer ─ respondí bebiendo un sorbo y las demás se echaron a reír.
Yo no bromeaba.
─ Están espectaculares ─ dijo Eli observándonos detenidamente hasta que su mirada se desvió a un punto fijo detrás de Nicolla.
─ ¿Quién es? ─ pregunté notando al chico rubio y de apariencia atlética que provocaba que Eli babeara como un animal rabioso.
─ Trabaja en legales ─ respondió Nico.
─ Y Eli está loca por él desde que puso un pie en esta empresa ─ Continuó Tiffany divertida.
─ Eso no es verdad ─ La corrigió ─ Me gusta, es atractivo, pero tampoco es que estoy loca por él.
─ ¿Por qué no vas a hablarle? ─ pregunté.
─ Pensará que soy demasiado atrevida, una lanzada.
Puse los ojos en blanco y contuve una carcajada vaciando mi copa.
─ ¿Qué? ─ Preguntó ella a la defensiva.
─ A ver... ─ Tomé otra copa cuando un camarero se acercó a ofrecernos más ─ ¿Cuál es el problema con ir? No es ser lanzada, es ir a por lo que quieres ¿Por qué piensas que son los hombres los que tienen que dar el primer paso? ─ Noté como todas me veían ¿Sorprendidas? ─ Tal vez piense que eras una chica segura de sí misma, que sabe lo que quiere y va por ello.
─ Creo que tiene razón ─ Dijo mi hermana tomándome completamente por sorpresa.