Veintiuno - Venecia

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Tomé una gran bocanada de aire antes de golpear la puerta del despacho de Alexander. Mi hermana me había dicho que me había mandado a llamar y yo ya podía imaginar todo lo que tendría por decirme.

Pocas veces en mi vida había sentido vergüenza, ese no era un sentimiento que me fuera familiar, pero este hombre ahora conocía mi secreto y lejos de comportarme como una simple camarera, me había dejado llevar por lo guapo que era y había terminado bailando sobre él en ropa interior «Si es que no se puede ser más idiota»

─ ¡Adelante! ─ la voz sonó lejana, pero me apresuré a abrir la puerta.

No estaba en el escritorio por lo que caminé varios pasos dentro y lo vi sentado en la mesa de juntas, frente a una enorme cantidad de cajas y papeles, que seguramente eran las mismas que el día de mi entrevista.

Él no me miró, estaba muy concentrado en los papeles que leía.

─ Me dijo mi hermana que me necesitaba para algo.

Levantó la cabeza, se volvió lentamente en su silla y cuando clavó su mirada en mí, se sintió tan intenso como aquella noche en Luxure. Recordé el calor, sus manos fuertes tocándome y esa erección que me hizo saber cuánto lo provocaba, eso antes de hacerme sentir una idiota e irse sin siquiera mirarme y, mucho antes de saber que era uno mas del montón. El tipo tenía una novia perfecta y sin embargo estaba ahí metido. Era un imbécil.

─ Si, por favor siéntate ─ Señaló una silla a su derecha.

─ Así estoy bien.

─ No Venecia.

Su tono de voz no me intimidó y, de hecho, me obligue a mirarlo con superioridad, podrá ser mi jefe pero no pensaba dejarme intimidar.

» ─ De hecho, no estás bien porque tenemos mucho papeleo que organizar y necesito que te sientes.

Mire la mesa «¡Mierda! si era mucho»i y tras unos pocos segundos caminé hasta la silla, la empuje intentando demostrar mi molestia y me senté. Curiose por encima de una caja y sin mirarlo pregunte:

─ ¿Qué tengo que hacer?

Él no respondió y cuando lo miré noté que tenía su mirada clavada en mi.

─ ¿Qué? ─ pregunté incómoda.

Alexander relajó su espalda y mientras me veía fijamente preguntó:

─ ¿No dirás nada?

─ ¿Me pregunto algo? ¿Por qué tendría algo que decir?

─ No lo sé, tal vez algo respecto a Luxure...

─ Señor Murray...─ suspiré intentando conservar mi orgullo ─ lo que haga fuera de mi horario de trabajo y mientras no afecte mi trabajo en Foley, a usted no le interesa.

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