Treinta y seis - venecia

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Dejamos el paseo del rio acompañados por la música que sonaba en el equipo de la camioneta, bajé el vidrio de mi lado y dejé que el aire golpeara en mi cara. Nunca había disfrutado de los días cálidos de la ciudad, pero esta vez era diferente. Los planes al aire libre con Alex me divertían, bueno siempre y cuando no corriéramos el riesgo de ser descubiertos. Lo observe mientras conducía concentrado, tenía un perfil perfecto y siempre parecía sereno, relajado. En algún punto envidiaba esa calma.

De pronto me di cuenta que habíamos abandonado el centro y estábamos entrando en un vecindario diametralmente opuesto al mío. Las casas estaban muy alejadas una de otras, todas ostentaban jardines perfectamente cuidados y diseñados, y ni hablar de las enormes mansiones que se conseguían divisar desde el vehículo. No había gente en las calles y los pocos vehículos que estaban estacionados era modernos o en su defecto de colección, como ese Bentley negro que alcance a divisar en una entrada de garaje.

Cuando nos detuvimos me impresione con el tamaño de la propiedad que había frente a nosotros, aunque intenté disimular, no quería parecer una tonta. Pero claro, para cuando pude reaccionar Alex había abierto la puerta de la camioneta y sonreía soberbio.

─ No te acostumbres ─ dije aceptando la mano que me ofrecía.

Estaba por decir algo más pero me interrumpió.

─ Lo sé, esto no es lo tuyo.

Asentí divertida mientras caminábamos hacía la enorme propiedad. Era de color claro, la típica mansión norteamericana con columnas. Tenía dos pisos, una cantidad incontable de ventanas y balcones. El garaje era enorme y poseía tres puertas de acceso, no pude evitar preguntarme cuántos vehículos tendrían. Por supuesto que esa es una pregunta que no le haría a Alex, no era algo que me interesara, aunque si que me picaba la curiosidad.

Nada más atravesar la enorme puerta doble negra de la entrada, la pulcritud y el silencio nos dieron la bienvenida. No había una sola mota de polvo, todo parecía estar en su sitio, aunque no tenía ni idea si esto era realmente así, me refiero a esa sensación de estar en un lugar ordenado y limpio.

─ ¿Solo están tu hermano y tu ahora? ─ pregunté sorprendida porque una casa en donde convivían dos hombres estuviera en semejante estado de orden.

─ Y Clara ─ Aclaró Alex tirando de mi mano hacia algún sitió que no era el piso superior.

─ ¿Quién es Clara?

─ Es una de las empleadas de la casa, ella vive con nosotros desde que era pequeño.

─ ¿Una? ¿Tienen más?

Para mi tener una empleada en la casa era extraño, en la nuestra siempre habíamos hecho todo las mujeres, mientras que mi hermano por ser chico había conseguido librarse de la mayoría de las tareas, pero ¿Tener más de una empleada?

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