Cuarenta y dos - Venecia

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Me quedé de pie viendo como Alexander salía por la puerta de casa.

─ No puede ser ¿Alexander y tú están saliendo? ─ la voz de mi madre sonaba lejana y no podía importarme menos lo que decía ─ ¿Un hijo? ¡Por Dios! ¿Qué clase de hombre descubre que tiene un hijo seis años después? Menos mal que ya no están juntos ¿No lo están verdad? Eso espero porque tienes toda la vida por delante y...

Salí corriendo de la cocina, estaba descalza y vestida ridículamente pero nada podía importarme menos.

─ ¡Alex! ─ grité justo antes que subiera a su camioneta.

Él me miró confundido y yo corrí. Corrí hasta que nuestros cuerpos chocaron, el sujeto mi cintura en un abrazo que me permitió treparme a su cuerpo y enredar mis piernas en su cadera.

─ ¿Me amas? ─ pregunté a su oído.

─ Desde esa puta cena estoy perdido, nunca me había pasado Venecia ─ respondió sin soltarse de mi cuerpo ─ Te necesito y si, te amo.

─ Tenemos que hablar ─ dije obligándolo a soltarme.

Miré a mi alrededor, varias vecinas estaban en las puertas observando lo que pasaba. Las más chismosas se habían agrupado y cuchicheaban entre ellas. Puse los ojos en blanco, miré sobre mi hombro y allí estaba mi madre viéndome con preocupación.

» Aquí no ─ dije palmeando su hombro ─ Voy por algo de calzado.

Alex asintió y saludó a mamma con la mano, pero está le dio vuelta la cara metiéndose dentro. Puse los ojos en blanco, esto sería difícil.

─ ¿Dónde vas?

Gritó al pie de la escalera mientras subía rápidamente los escalones de dos en dos. Minutos después bajé con las zapatillas puestas y un buzo ancho.

─ Te hice una pregunta ─ insistió antes que saliera por la puerta.

─ Voy a tener una conversación con Alex.

─ ¡Tiene un hijo! ─ grito como si eso fuera una especie de peste.

─ Tú tienes tres.

─ Venecia no me faltes el respeto...

─ ¡No Carmina! ─ nunca la había llamado por su nombre en su presencia y noté como eso le dolía, pero esa noche no me importaba ─ No me lo faltes tú a mí. Soy tu hija, pero ya soy una adulta, aunque no quieras asumirlo. Asique te pido que dejes de meterte en mi vida, Alex me quiere a mí. No a Nicolla, a mi y si lo aceptaras sería fantástico.

Gritó mi nombre cuando salí dando un portazo y corrí en dirección a la camioneta encendida de Alex.

─ ¿No tienen nada mejor que hacer?

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