Veinticinco - Venecia

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El lunes llegué a Foley más temprano que mi hermana, algo difícil de creer pero así fue.

La oficina estaba tan silenciosa como la noche que conocí a Ezra y ese recuerdo me hizo sonreír.

Me acerqué a la cocina, bueno a lo que alguna vez fue la cocina y sonreí al ver el avance. En realidad, era como si alguien hubiera detonado una bomba dentro, pero al menos ya no existía la pared que la convertía en una caja de zapatos y en su lugar había una enorme cortina de plástico sucia y polvorienta.

Caminé despacio observando todo a mi alrededor. No parecía una cocina, pero de todas formas se me hacía fácil imaginar el resultado. En todos estos días Gabriel Dorian – el arquitecto al que le encargaron el proyecto- y yo intercambiamos docenas de correos, con sugerencias, comentarios y mil preguntas de mi parte, sobre lo que haríamos y dejaríamos de hacer en ese espacio. En un principio pensé que podía resultar incómodo que una chica, sin ningún tipo de experiencia en el rubro, se metiera en su trabajo, pero para mi sorpresa Gabriel (como insistió que lo llamara) resultó ser un libro abierto, además de una persona muy agradable, siempre estaba dispuesto a escuchar mis ideas y responder todas mis dudas, por mas tontas que estas fueran.

Sonreí cuando descubrí la preciosa pared de ladrillo a la vista que se escondía detrás de la lona negra que caía del techo, era una de las ideas que le había propuesto y recuerdo haber hecho hincapié en que esa era mi idea favorita.

─ ¿Te gusta?

Me di vuelta sobresaltada al escuchar una voz que venía desde algún punto detrás de mí, suspiré al ver a Gabriel y me puse en cuclillas con una mano en el pecho cuando sentí que, por el susto, mis piernas temblaban y no quería caer al piso.

─ ¡Gabriel! ─ grité y escuché como reía mientras se acercaba.

─ Lo siento ─ me ofreció su mano para levántame ─ No pretendía asustarte.

─ ¿Qué hora es? ¿Qué haces aquí? ─ pregunté poniéndome de pie.

─ Me gusta venir antes que los obreros para ver el avance en silencio y de hecho ─ Sacó su teléfono ─ Me viene perfecto que estés aquí, me gustaría enseñarte los estilos de barras que separé.

Nos dimos cuenta de lo mucho que habíamos estado conversando de diseño cuando los primeros obreros comenzaron a llegar y nos saludaban al pasar.

─ ¿Por qué no te dedicas al diseño? ─ me preguntó tomando las carpetas que habíamos apoyado sobre unas bolsas de material.

─ No lo sé, supongo que no me imagino trabajando en esto.

─ Es una lástima, no siempre se tiene un talento como el tuyo ─ sonreí ante su comentario ─ ¿Qué te parecería tomar un café o, tal vez, cenar un día de estos? Podríamos conversar más tranquilos sobre tu futuro en esta rama...

VeneciaWhere stories live. Discover now