Cuarenta y uno - Alexander

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─ ¿Por qué tenías que decirle? ─ grité contra Sara al regresar a la casa.

Por supuesto que la fiesta no se había detenido cuando nos fuimos, ni nosotros ni Venecia le importaban una mierda a Michelle. Por lo que al volver sin mis amigos, llevé a Sara hasta la biblioteca. Necesitaba explicaciones.

─ ¡Es tu pareja! ─ se defendió levantando las manos y con los ojos húmedos por las lágrimas que comenzaban a hacer brillar su mirada ─ supuse que lo sabía, no fue mi intención Alex.

─ Jodiste todo Sara...

─ ¿Por qué lo ocultas?

─ ¿Es broma? ─ la mire furioso y conteniendo las ganas de romper todo lo que tenía a mi alrededor ─ ¡Me alejaste de Leo diciendo que no era mi hijo! !Me hechaste las pruebas en la cara! ─ grité acercándome a ella, mientras retrocedía asustada. Me importaba una mierda ─ Ahora dices que en realidad si es mi hijo y ¿Qué? ¿Pretendes que juguemos a la familia feliz?

─ Solo ─ lágrimas gordas comenzaron a rodar por sus mejillas ─ pretendía que fueras su padre, que te acercaras a él. Eras un padre increíblemente amoroso Alex...

De pronto esas lágrimas fueron acompañadas por sollozos que le impedían respirar, no pude evitar acercarme y abrazarla. Sara se aferró a mi cintura y pegó su rostro a mi pecho.

─ Es muy pesada está carga Alex, duele cada vez que Nico me mira a los ojos ─ ella me miró ─ Estoy pagando cada cosa que hice, cada vez que me mira y dice que me ama y que soy la mejor madre del mundo en lugar de sentirme feliz, siento culpa.

─ Eres una excelente madre ─ dije condescendiente, en realidad no sabia que tipo de madre era Sara.

Ella me observó desde su posición, era unos centímetros más baja que yo y sin que lo esperara se puso de puntillas y me besó. Tarde unos segundos en reaccionar, sus labios eran un sitio conocido que alguna vez me hicieron muy feliz. Pero no era Venecia, definitivamente.

La alejé y sin decir nada caminé hasta la puerta, me volví antes de salir de la biblioteca:

─ Haremos un ADN. Si Leo es mi hijo querré la custodia compartida ─ abrió la boca para decir algo, pero no era su momento de hablar ─ No vas a dilatar más las cosas, necesito respuestas para intentar arreglar este desastre que ocasionaste con Leo y con Venecia.

Cerré la puerta y me preparé mentalmente para intentar, de la forma que fuera, que Venecia me escuchara.

La mañana siguiente mi celular sonó a las siete en punto, era Nicolla avisándome que Venecia había llegado al edificio. Le había pedido específicamente a la recepcionista que le avisara a mi asistente en cuanto llegará.

Minutos más tarde recibí un mensaje de correo interno en mi telefono, era Tom, del laboratorio:

«Venecia llegó y, como quedamos, le informé que el laboratorio estaba cerrado por un accidente que hubo en la noche, que tardaría unas horas en poder estar habilitado. No estaba muy convencida, pero le dije que fuera a por un café al comedor.»

VeneciaWhere stories live. Discover now