Cuarenta y nueve - Alexander.

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Había recibido una llamada de la policía, otra de Nicolla y de mi hermano. Boris había sido arrestado y casi nada podía ser mejor que eso. Aunque tenía que admitir que era una felicidad vacía como cuando eres niños y te lastimas, tu madre coloca un apósito y te sientes mejor, aunque en el fondo sabes que la herida ahí sigue y tal vez mañana aun duela.

Aunque sabía que mi alegría no duraría, fui al despacho de Ezra.

Venecia me miró consternada cuando me encontró al salir del despacho de mi amigo, a mi no me sorprendía, había estado viéndola siempre que podía. La había visto caminar con la cabeza gacha, quedarse trabajando hasta altas horas de la noche, fumar -fumaba demasiado- y también la había visto volver a ser la Venecia que era cuando la conocí. Fresca, juvenil, hermosa. Eso me dolía ¿Acaso ya había decidido pasar de nuestra historia? ¿Podía culparla cuando fui yo quien la alejé y no quise volver a hablarle?

Pero no podía perdonarla, no sé porque no podía. Me odiaba por no poder hacerñp, pero cada vez que acompañaba a mi madre a una revisión solo podía pensar que podría haber muerto en Italia, enferma y sola. No podía perdonarle eso, como tampoco se lo perdonaba a mi padre.

Me miró con asco mientras secaba algunas lágrimas y eso me hizo sentir un poco más enojado «¿Acaso no era yo quien debería estar enojado?» Ezra salió de su despacho, tal vez intentando perseguirla y se encontró conmigo.

─ Pasa...─ dijo mirando tras mi hombro.

─ Ya se fue ¿Qué hacía aquí?

─ Es mi amiga ─ respondió.

─ Creí que yo era tu amigo.

─ ¡Ay no Alex! ─ Ezra soltó una carcajada. Desde lo de Venecia habíamos estado un poco tensos entre nosotros ─ No me vengas con esas estupideces de niñitas mimadas.

─ ¿Por qué lloraba?

─ ¡No lo se! ─ gritó furioso ─ Desde que decidiste hacer de cuenta que no existe Venecia está perdida, no sabe ni siquiera que hacer con su vida.

─ Nunca lo supo...

─ Renunció ─ me interrumpió con fastidio sentándose en su escritorio.

Esa única palabra me puso en alerta. Eso significaba que no volvería a verla en Foley ¿Por qué eso me afectaba? Sentía esa incomodidad, como una desesperación creciendo en mi pecho, punzando mi estómago.

» Por lo que podrás seguir jugando a ese estupido juego de la familia feliz con Sara.

─ Lo hago por Leo ─ me defendí.

─ ¿Volverás con ella por Leo? ─ preguntó molesto.

─ No volveré con ella, solo quiero que Leo sepa y entienda que sus padres se relacionan bien.

─ ¿Por eso te acostaste con ella?

─ No confundas las cosas ─ lo silencie furioso golpeando el escritorio ─ No estaba pensando cuando pasó eso.

─ Alex, eres mi mejor amigo ─ asentí ─ pero eres un imbécil y no te mereces a Venecia. Sal de mi despacho...

Y eso hice, salí furioso.

Me obligué a calmarme antes de entrar a mi despacho, donde Sara y Leo me esperaban, para luego ir a la terapia que hacíamos juntos los tres. Caminé al escritorio, levanté el teléfono y marqué el número de la recepción.

─ Habla Alexander Murray ─ dije en cuanto una mujer contestó la llamada ─ necesito saber si la señorita Ricci, Venecia ─ Sara dejó de prestarle atención a Leo en cuanto escuchó su nombre y me observó con una notable molestia ─ salió ya del edificio.

─ Sí señor, acaba de salir.

─ Gracias ─ corté la llamada.─ ¿Qué tal si hoy me tomó el día? ─ Me acerqué a mi hijo ─ Después de la terapia tu y yo ─ dije dejando fuera del plan a Sara ─ Nos vamos por un helado y pasamos una tarde de chicos.

─ ¿Sin mamá? ─ preguntó.

Asentí.

» ¡Si me encanta! ─ exclamó.

VeneciaWhere stories live. Discover now