Cincuenta y tres - Venecia.

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DICIEMBRE – VÍSPERAS DE NAVIDAD:

Apagué el motor de la camioneta en la entrada de la casa de mis padres. La nieve lo había cubierto todo y se veía precioso. Está siempre sería mi época del año favorita.

Tostada ladraba ansioso, como si supiera que habíamos vuelto al hogar, uno que él no conocía y que seguramente era muy diferente al que yo había dejado, pero seguía siendo nuestro hogar.

El nudo en mi estómago era tan grande que no me dejaba respirar, tenía ese presentimiento, sobre todo, cuando hablaba con Nicolla; algo en mi interior me alertaba que alguna cosa estaba sucediendo. Intentaba no preocuparme, trataba de ser optimista y creer que si elegía no contarme era por una buena razón.

Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando la puerta de la casa de mis padres se abrió y un grito ensordecedor sonó en el aire:

─ ¡Venecia!

Tostada ladró al grito de mi madre.

─ ¡Mi Venecia está en casa! ─ gritó emocionada corriendo hasta la van.

─ Tranquila mamma que vas a caerte ─ le pedí atajándola en brazos mientras ella llenaba mi mejilla de besos y lloraba.

Cuando conseguimos entrar fue mi hermana quien me recibió de pie en la escalera. La observé diferente. Guapa, pero diferente ¡Dios! La abracé sin pensármelo dos veces, luego me alejé y volví a observarla.

─ ¿Eso es? ─ Señalé la minúscula barriga que asomaba de mi hermana ─ es...

─ No es un Alíen cuñada ─ Carter me abrazó fuerte ─ ¿No vas a felicitarnos? ─ preguntó en mi oído.

─ ¿La embarazaste? ─ pregunte ─ ¿Cómo?

─ Bueno...

Carter me soltó cuando la voz de Ezra sonó justo detrás de él.

» Cuando mamá y papá se aman.

─ ¡Cierra la boca! ─ me reí y corrí a abrazarlo.

Uno a uno pude saludar a todos mis amigos y familia. Que a gusto se sentía estar nuevamente en casa, con el olor característico de la comida de mi madre y los chistes atrevidos de mi Nonna.

─ ¡A cenar!

Gritó mi madre desde el comedor y tostada fue él primero en correr obedientemente a su sitió. Claro, mi madre lo adoró desde el segundo en el que lo vio y le había colocado una buena porción de su carne estofada en su plato.

─ No lo malcríes...─ dije sentándome en la mesa junto a mi padre.

─ Es lo más cercano a un nieto que vas darme por un tiempo ─ respondió metiéndose en la cocina ─ haré lo que me plazca.

Negué y observé a mi hermana ─ Te compadezco...

Nico asintió suspirando resignada.

─ Entonces ¿Consultaste a una tarotista? ─ preguntó Mimi que seguía incrédula.

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