Treinta y siete - Venecia

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Treinta y siete – Venecia

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Treinta y siete – Venecia.

La mañana siguiente me desperté con los rayos de sol que entraban por la ventana. Me costó recordar dónde estaba, pero cuando intenté moverme sentí el cuerpo de Alex enredado al mío y sonreí. Recordé lo bien que lo habíamos pasado, hicimos el amor hasta entrada la madrugada y finalmente nos quedamos dormidos exhaustos.

─ Buen día ─ Me saludó con una voz masculina y ronca, dejando un beso en mi cuello, mientras tiraba de mi cintura para pegar, aún más, mi espalda a su cuerpo.

─ Buen día ─ respondí retorciéndome por las cosquillas de sus besos ─ Alex, tengo que irme. ─ dije entre risas cómplices ─ No sé ni qué hora es, seguro es tardísimo. Tengo que darme una ducha y tratar de llegar a horario.

Alex no respondió, estiró su brazo y tomó su teléfono.

─ Tom ─ dijo cuando alguien le respondió al otro lado ─ Venecia me avisó que estaba un poco descompuesta ─ hizo silencio mientras me sentaba en la cama para observarlo ─ No, su hermana me dijo que es algo del estomago ─ otro silencio ─ Si, pero no la esperes hoy ─ me sonrió soberbio mientras Tom respondía algo ─ Estamos hablando.

Cortó la llamada y yo me quedé observándolo sorprendida.

─ ¿Enferma del estómago?

─ Tienes el día libre ─ se puso de pie y lo observé vestido con un bóxer blanco que solo hacían resaltar ese precioso trasero que poseía ─ Vamos a ducharnos, a desayunar y luego te llevaré a tu casa.

─ ¿No te tomaras el día? ─ pregunté aceptando la mano que me ofrecía mientras me guiaba a la ducha.

─ Ojalá pudiera ─ dijo mientras me desvestía, tirando la camiseta a un lado.

─ Pero eres el jefe...

─ Para seguirlo siendo tengo que asumir mis responsabilidades ─ comentó antes de succionar mi pezón.

─ El sexo en la ducha esta sobrevalorado ─ dije de pronto tomándolo por sorpresa.

Alex sonrió levantando una de sus cejas, seguramente pensaba que estaba completamente loca.

─ Los azulejos siempre están fríos y hay más riesgos de matarse que de tener un orgasmo ─ Aclaré.

─ Voy a tener que hacertelo en la cama, entonces ─ sonrió invitándome a entrar en la ducha.

Luego de una de las mejores duchas de mi vida, con el agua hirviendo y una ronda de sexo intensa -en la cama-, bajamos a desayunar, para mi sorpresa no era tan tarde como creía y aunque baje vestida con mi pantalón y una camiseta de Alex me incomodé cuando nos encontramos con una mujer en la cocina.

─ Buen día ─ dijo la mujer observándome sorprendida cuando se dio vuelta y me vio parada junto a Alex.

─ Clara ella es Venecia ─ Alex tomó un tazón de frutas secas que había en la isla de la cocina ─ Necia ella es Clara.

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