Treinta y uno - Venecia

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Unas horas más tarde cada uno subía a sus respectivos vehículos para irnos a Sirius, habíamos tenido que insistir para que Ada y Dante vinieran con nosotros y es que al parecer no habían salido desde que había nacido su hija, por lo cual me encargué de recordarles que, si los niños dormían y tenían a sus niñeras de confianza con ellos, era el momento ideal para salir y divertirse solo unas horas. No es como si el mundo se fuera a venir abajo o como si ellos se transformaran en los peores padres del mundo.

Mientras viajabamos en silencio, y yo me dedicaba a dar grandes inhalaciones para poder aspirar lo máximo posible la colonia de Alex, que me parecía adictiva, en mi cabeza no dejaban de aparecer preguntas que quería hacerle y que no me animaba a soltar.

─ ¿En qué piensas? ─ preguntó acariciando mi pierna.

¿Acaso podía leerme la mente o resultaba que si era tan transparente como mi madre decía?

─ ¿Puedo preguntarte algo? ─ Dije mirando por la ventanilla.

─ Acabas de hacerlo...

Puse los ojos en blanco y lo ignoré ─ ¿Quién es la hermana de Michelle?

Inmediatamente después de mi pregunta la mandíbula de Alex se tensionó, llevó ambas manos al volante y noté como sus nudillos se ponían blancos. En ese momento me arrepentí de abrir la boca.

─ Lo siento ─ Sonreí ─ No tienes que responder.

Esperaba que me dijera que no pasaba nada y me diera, aunque sea, una tonta explicación. Pero eso no pasó, Alex simplemente asintió con la cabeza y con los comandos del volante encendió la música que intentó, torpemente, llenar el vacío.

Respiré profundamente, me acomodé en el asiento y me obligué a sonreír ¿En que pensaba? Hacía una semana que Alex había terminado una relación larga y yo seguía sintiendo que algo había tenido que ver en esa ruptura, eso sin nombrar que era la primera en decir que no quería una relación ¿Por qué intentaba saber más de lo necesario? Lo único que tenía que importarme era disfrutar el tiempo que pudiera pasar con él, la idea era no complicarnos la vida. Luego de autoconvencerme de eso, estiré mi mano y acaricie su cuello, él me miró confundido y finalmente sonrió.

─ Me gusta cuando sonríes ─ dije tratando de cambiar de tema.

─ A mí también pero no lo haces muy seguido...

─ Tengo un alma oscura ─ respondí tratando de sonar misteriosa, pero solo provoqué que soltará una carcajada ruidosa.

Finalmente llegamos a Sirius y todos estacionaron sus, lujosos y llamativos, vehículos en el estacionamiento trasero. Noté la cara de fastidio de Alex cuando salí del vehículo y es porque claramente estaba acercándose a abrirme la puerta. Mire a los demás y allí estaban Dante y Carter abriendo la puerta y aceptando la mano de sus parejas.

VeneciaWhere stories live. Discover now