Seis - Venecia

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Venecia:

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Venecia:

─ ¿Una entrevista en Murray y otra en Vanguardia? ─ preguntó Mimi mientras estaba sentada en la encimera de la cocina del restaurante, comiendo un cuenco de maní que mi padre le había ofrecido hacía un rato.

─ Bueno en Vanguardia no ─ suspiré mientras sacudía la copa que había lavado para ponerla a escurrir ─ Eso fue una excusa de mi hermano para hacer volumen.

─ Preferiría trabajar rodeado de modelos que con Nicolla ─ comentó lanzando un maní al aire y atrapandolo con su boca.

─ Lo sé, creo que ni en mi peor pesadilla... Pero no tengo más remedio, mis padres no me lo van a dejar pasar.

─ No, claro que Carmina no te lo dejará pasar ¿Qué harás?

Terminé de lavar los platos y me quité los zapatos, me dolían horrores los pies. Me quité el delantal y me subí a la encimera junto a mi amiga.

─ Iré a esa entrevista y trataré de conseguir el empleo...

─ ¿Para qué puesto?

─ Recadera...─ levanté los hombros y me llevé un maní a la boca.

─ Lo conseguirás ─ la miré incrédula ─ Eres amable y se te da bien lo de ayudar a la gente...

Puse los ojos en blanco, lo de ser amable se me daba bastante bien pero mi paciencia era finita y algo me decía que el ámbito en el que trabajaba mi hermana no era nada sencillo, no sabía si podría soportarlo.

─ ¿Supiste lo del empleo? ─ Mi padre gritó mientras señalaba a Mimi.

Mi amiga sonrió y asintió apoyando la cabeza en mi hombro.

─ Realmente pienso que me odias ─ le dije con recelo ─ Y todavía no tengo el empleo...

─ Lo tendrás...─ río mi padre acercándose y dándome en escandaloso beso en la frente ─ Lo conseguirá ─ Insistió observando a Mimi e imitando el gesto en su frente ─ ¡Mis niñas preciosas! ─ Canturreó divertido saliendo de la cocina y metiéndose en su oficina.

─ Adoro a Massimo ─ confesó la traicionera de mi amiga.

Mimí era mi mejor amiga desde siempre, vivía en la casa contigua a la nuestra y nos criamos juntas en el piso de su cocina o en el despacho de mi padre. Los padres de Mimi habían muerto cuando ella era apenas un bebe y quedó al cuidado de su abuela, la señora Palumbo, una mujer que, pese a ser joven, se sintió sobrepasada por tener la responsabilidad de una niña de apenas semanas en su vida, por lo que mi familia se comprometió a ayudarla con todo. Mimi fue aceptada por mis padres como una hija más y nosotros fuimos tres nietos extra para la señora Palumbo.

Nos conocíamos tanto que con solo una mirada podíamos entendernos, eso básicamente tenía que ver con el habernos criado con mi madre, habíamos tenido que encontrar una forma de cubrirnos con una sola mirada.

VeneciaWhere stories live. Discover now