Cuarenta y tres - Venecia

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Volver a casa después de escaparme con Alex fue como volver a una zona de posguerra. Encontré a Carmina llorando en la cocina, a los gritos. Mi padre intentaba consolarla y mi abuela, mi pobre abuela, con su cara de "no soporto más a mi hija" sirviendo una taza de té.

─ ¡Ahí estás! ─ gritó Carmina en cuanto me vio parada en la puerta ─ Le dije todo a tu padre ─ levantó el sobre que Alex había dejado en casa ─ ¡Un hijo! ─ gritó histérica.

Caminé hasta la mesa, ante la atenta mirada de las tres personas en la cocina y de un solo movimiento le quité el sobre de las manos.

─ Venecia...─ Me advirtió mi padre en tono severo.

─ ¿Qué? ─ pregunté haciéndoles frente por primera vez ─ ¡Estoy harta!

¡Plaf! El sonido surco el silencio. El cachetazo que mi madre me propinó hizo arder mi mejilla como si su mano hubiera sido fuego.

─ ¡Carmina!

Gritaron mi padre y mi abuela al mismo tiempo. Mientras ella llevaba ambas manos a cubrir su boca, tal vez sorprendida de su propia reacción.

Mi madre era exigente, controladora e irritante, pero nunca nos había levantado la mano. Ni una sola vez, hasta ahora, el problema es que yo ya no era una niña, era una mujer de veinticuatro años y no estaba dispuesta a soportar ese trato.

─ Vuelve a hacerlo ─ dije señalando mi mejilla, que seguramente estaría roja ─ Vuelve hacerlo porque lo que estoy a punto de decirte no va a gustarte.

─ Venecia... ─ Mi abuela intentó hablar, pero no se lo permití.

─ ¿Sabes quien le dio el dinero a la abuela para saldar la deuda del restaurante? ─ ella no respondió, mi padre tampoco ─ Fui yo ─ me reí irónicamente ─ Deje la universidad porque sabía que se estaban fundiendo y quería ayudar...

─ Venecia...─ dijo papá resignado, tal vez culpable. No lo sé.

─ Les evitaré la desilusión de explicarles cómo lo conseguí, pero fue una mierda ─ entonces levante el sobre del laboratorio ─ Una mierda de la que Alex me sacó.

─ ¿Tú lo sabías? ─ preguntó mi madre a mi abuela.

─ No la culpes ─ llamé su atención moviendo el sobre frente a su rostro ─ Ni se te ocurra culparla.

─ ¿Qué fue lo que hiciste? ─ preguntó mi padre parándose frente a mí.

─ Ya no importa, pero este hombre ─ volví a agitar el sobre ─ del que te horrorizas porque tiene un hijo, me dio un empleo en el laboratorio de Foley...

─ ¿Cómo no sabíamos eso? ─ preguntó papá, pero lo ignoré nuevamente.

─ Y es el mismo que me contacto con una agente de la universidad, motivo por el que me estoy preparando para poder recibirme este año ─ los ojos de mi madre soltaron lágrimas, pero por primera vez en mi vida no me conmovieron ─ Si, amo a Alex. Amo a un hombre que tiene un hijo de seis años ¿Cuál es el problema?

VeneciaWhere stories live. Discover now