Siete - Venecia

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Venecia

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Venecia

─ Camina derecho ─ ordenó mi hermana en cuanto pasamos el control de seguridad para que me entregaran una tarjeta como visitante ─ Venecia, no me hagas quedar mal... ─ gruñó en voz baja.

─ Tranquila no arruinaré tu reputación de chica robot perfecta.

─ ¿Robot perfecta? ─ preguntó presionando con fuerza el botón para llamar al ascensor.

─ Si, eres como un tierno robot hermanita, no demuestras un solo sentimiento...

La escuché suspirar nerviosa, tal vez dándose por vencida conmigo ─ Escucha Necia...

─ Buenos días Nicolla ─ Una voz, gruesa y masculina, se oyó a nuestras espaldas.

─ ¡Señor Evan! Buenos días ─ respondió Nicolla alegremente sorprendida ─ ¿Cómo se encuentra su esposa?

─ ¡Está feliz! ─ respondió el hombre ─ Extrañaba mucho a Alexander.

─ Me lo imagino, las madres son así...

En ese momento me volví para mirar al hombre, era mayor con cabello cano y una espesa, pero prolija, barba blanca. Era alto -muy alto- y tenía la espalda ancha. Su voz era la de un hombre rudo, pero cuando vi la sonrisa en su rostro me pareció tan cálida como su mirada de ojos claros como el agua.

─ Buenos días señorita ─ me dirigió una mirada y sonrió cuando llegó a mi cabello, como si el color le hubiera llamado la atención.

─ Buenos dí...

─ Venecia, él es mi jefe ─ abrió los ojos con una advertencia clara ─ Evan Murray ─ «El jefazo» pensé para mis adentros ─ Señor, ella es mi hermana Venecia.

Las puertas del ascensor se abrieron, nos adentramos y me hice a un costado cuando un grupo de personas se acercó al aparato para ingresar, pero para mi sorpresa, se detuvieron en cuanto vieron al señor Murray en el interior.

─ Buenos días señor ─ saludaron al unísono, mientras mi hermana cerraba las puertas.

─ ¿Hermana? ─ preguntó el hombre una vez las puertas cerradas del elevador nos entregó un poco de intimidad ─ No sabías que tuvieras una hermana.

Sonreí y le ofrecí mi mano ─ Es un placer ─ traté de hablar con seguridad ─ Soy Venecia Ricci.

El hombre asintió con una sonrisa tierna y estrechó la mano que le ofrecía.

─ Viene a postularse para alguno de los puestos solicitados de cadetería interna.

─ ¿Recadera? ─ me observó curioso.

─ Sí señor ─ decidí responder levantando el mentón y mostrándole una sonrisa sincera.

─ ¿Le importaría si la acompaño a Recursos Humanos? ─ Preguntó mi hermana.

VeneciaWhere stories live. Discover now