Cinco - Alexander

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Alexander:

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Alexander:

Era la tercera llamada de la noche que rechazaba. Eso sin contar las veintitrés que me había hecho en los dos días anteriores.

─ Podrías apagar el teléfono si no quieres atender la llamada.

El comentario de Michelle tenía un dejo de fastidio y yo bajé mi libro para observarla por encima.

─ ¿Por qué estás aquí? ─ pregunté sin poder disimular lo poco que la toleraba.

─ Porque es la casa de mi prometido ─ levantó la sortija que decoraba su dedo, era ridículamente grande ─ que casualmente es tu hermano y porque estoy esperando que llegue de su trabajo para poder ir a cenar a casa de mis padres ¿Sabes que estás invitado?

─ Paso de eso ─ Di vuelta a la página, intentando concentrarme en la gran historia que leía, pero mi futura cuñada tenía otros planes.

─ ¿Todavía no la superas? ─ preguntó casi divertida mientras bajaba con un dedo el libro en el que intentaba concentrarme.

─ ¿Disculpa? ─ pregunté cerrando el libro, dándome por vencido.

─ Ella siguió con su vida Alex, déjalo pasar ya...

Solté el aire con una sonrisa divertida ─ Por supuesto que siguió con su vida, igual que hice con la mía, eso no significa que alguna vez pasé por alto todo lo que hizo. Nunca.la.perdonaré.

─ No creo que hayas seguido con tu vida, es la tercera llamada que rechazas de Aneka...

─ ¿No te enseñaron que es de mala educación espiar teléfonos ajenos? Creí que habías tenido una buena educación Michelle...

Soltó el aire demostrando que estaba molesta y dejó caer su espalda en el sofá ─ ¿Qué? ¿No irás a mi boda?

─ Iré a la boda de mi hermano y, por el bien de todos, le aconsejaría que se mantenga lo más lejos posible de mí.

─ ¿Todo bien? ─ preguntó Carter cuando entró a la sala.

─ Esperándote...─ Michelle se levantó y se acercó para besarlo.

Mi teléfono volvió a sonar y sentí, que en ese momento, Aneka me estaba salvando.

─ Tengo que responder ─ anuncié caminando directo hacia la biblioteca.

─ Piensas seguir sin responder mis llamados ─ Espetó Aneka sin siquiera esperar que la saludara.

─ Lo siento, estuve un poco ocupado ─ mentí dejando caer el libro en el escritorio de la biblioteca.

─ ¿Cómo está tu madre?

Agradecí que haya preguntado, al menos eso me decía que aún quedaba algo de la mujer que creía haber conocido.

─ Los estudios dieron bien, tiene que hacer algunos controles anuales...─suspiré sentándome en la silla ─ pero todo estará bien.

─ Por supuesto que sí...─ Escuché una puerta cerrarse y miré la hora en mi reloj ─ Son las dos de la mañana Aneka...─ comenté calculando torpemente la hora.

Una risita suave sonó al otro lado ─ Dos y veinte ─ suspiró ─ Necesitaba escucharte Alex, apenas hemos hablado desde la discusión y te fuiste tan de prisa que...

─ ¿Hay algo más que hablar? ─ pregunté tratando de no sonar tan frío.

─ Tal vez mis opciones o lo que yo quiera.

─ Aneka, entiendo lo que quieres. El problema es que yo no quiero lo mismo, y lo sabes.

─ Se puede revertir...

─ El problema es que no quiero hacerlo─ suspiré frustrado por tener que volver a tener esta conversación, una.vez.mas ─ Lo hablamos hasta el cansancio y no quiero volver a tener esta conversación, queremos cosas diferentes y creo que esta vez debemos poner una sana distancia entre nosotros.

─ Bueno, ahora que estás en Chicago no te costará demasiado.

─ No, y tambíen creo que te vendrá bien la distancia para pensar.

─ Puedo soportarlo, si puedes pasar por alto... ─ susurró.

─ No, no puedes y yo no voy a pedirte que lo hagas, con respecto a lo otro prefiero no hablar de eso, no en este momento.

─ ¿Puedo llamarte en un horario más normal? ─ preguntó con un bostezo tierno.

─ Siempre que quieras.

─ Te amo...─ susurró.

Sin responder corté la llamada y relajé mi espalda en el asiento.

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