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CAPITULO 1:
Un Ángel.

El barullo cesó de golpe, la luz amarillenta se apago y del aire aparecio una acróbata, vestida de blanco, parecía volar colgada de una tela, con unas enormes alas blancas en su espalda.

En la parte trasera del circo, Clara, con sus grandes ojos celestes, bien abiertos, por la fascinación, pensó que la bailarina parecía un Ángel y mientras evitaba lo máximo parpadear para no perderse ninguna de sus acrobacias, jugaba con la hoja publicitaria del circo, en sus manos, donde en grande anunciaban la presencia de la bailarina del aire. Lo que la había atraído hasta ese lugar.

De golpe la actuación quedó a un segundo plano cuando una pareja comenzó a gritar: — ¡ladrona! ¡esta robando, es una ladrona! — repetía una y otra vez la mujer, despertando el revuelo de la gente que tambien comenzaron a gritar al percatarse de que varias carteras, relojes y celulares habían desparecido.

Alelí, que era la pequeña niña a la cual acusaban de ladrona, subió a la pista, escapando. Clara desde la lejanía vio como dos de los tres chicos, que acompañaban a la chiquita, y que también estaban siendo acusados de ladrones lograban escapar, saliendo a toda prisa de la carpa. Su mirada se mantuvo en el rubio que no pudo seguirlos, vio como corría de un lado a otro buscando la salida con desesperación siendo perseguido por varias personas. Cuando pasó por su lado, sin saber porqué, de manera instintiva y casi sin darse cuenta lo tomó por el brazo y lo llevó hacia un agujero que había en la carpa, el mismo que ella había utilizado como entrada para poder ver el espectáculo minutos antes.

Con algo más de alivio Rama alzó la cabeza y miró por primera vez a la persona que lo había ayudado. Era una chica rubia, su cabello se encontraba atado con en una larga trenza, dejando completamente al descubierto su rostro, encontrándose con su sonrisa perfecta y llamativos ojos celestes, con los que lo miraba con atención.

— yo... — balbuceo Rama, no podía hilar ni una frase seguida, se encontraba perdido en los ojos que lo miraban fijamente, Clara tampoco decía una sola palabra, solo miraba los ojos claros de Rama, y no solo por lo lindos que le parecían, ni por la extraña profundidad que le hacían sentir, si no porque esa mirada... tenia la sensación de que ya los había visto antes. Esos ojos... no eran desconocidos para ella.

En ese momento todo parecía haber desaparecido, solo estaban ellos, el cosquilleo en su panza, y el olor a manzana caramelizada que vendían a unos centímetros de ellos, pero la magia duro apenas unos instantes, hasta que unos gritos los despertaron a ambos del trance en el que se habían sumergido.

— ¿son ellos? — preguntó el hombre señalándolos.

— ¡sí! el estaba con la mocosa, lo vi.

Rama tomo la mano de Clara y sin esperar más le dijo: — ¡corre! — y ella corrió dejándose llevar por él tal cual lo hizo cuando se fue de su hogar, solo se dejó guiar, aquella vez por sus pies y ahora por el chico que acababa de conocer.

Tomaron un atajo escabullendose de los dueños del circo. Mientras era guiada por Rama, Clara miraba con atención las cosas a su alrededor: el colegio del que salían chicos vestidos con uniformes, o los autos lujosos y los padres vestidos con traje que los esperaban, también puso atención en la fuente de cemento que había en el centro y no pudo evitar ver el gran reloj que había a lo alto de la mansión a la que parecían dirigirse, ni el imponente portón de hierro, o las gárgolas que ornamentaban el frente del hogar, pero lo que más llamó su atención fue la placa que tenía un escudo con alas y en el centró una inicial, la "i". Aunque quiso no pudo seguir mirándola porque Rama la arrastró hasta el interior.

Clara Casi AngelesWhere stories live. Discover now