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CAPÍTULO SEIS.
La despedida.

Después de la desaparición de Cielo, Clara comenzó a pasar las horas del día en el altillo, junto al gran reloj que se la había llevado.

Los chicos intentaban animarla, dejando de lado su propia tristeza, pero ella apenas podía mirarlos, el brillo de sus ojos se habia apagado, y una angustia se habia apoderado de ella, la hermana que tiempo atras le habían arrebatado ahora se la habian sacado de nuevo.

— ¿Cielo va a volver? — le preguntó una de las noches Luz, Clara miró sus ojos llenos de lágrimas, y controlando las suyas asintió — ¿no me voy a volver a quedar sola verdad?

Clara abrió los ojos sopesando la pregunta, y entendiendo que su dolor y su temor era el mismo que el de ella, y que ahora tenía que hacer algo que nunca había echo, hacer de hermana mayor y proteger a Luz.

— no — negó con seguridad, seguridad que le quería dar a Luz, aunque no la tuviera ni ella — yo nunca te voy a dejar sola — limpio las lágrimas que ahora caían por las mejillas de Luz y la abrazó.

Escondido en el reloj del altillo de la mansión, había un portal, desde hacía muchos, muchos años, más precisamente, desde 1854, cuando un extraño hombrecito vestido de blanco insistió ante el doctor Inchausti, dueño de la mansión , para que fuera colocado a la hora señalada.

Cuando Barto fue a matar a Cielo, en el mismo momento que le disparo el portal se abrió.

Cielo aún vestía su blanco traje de novia, en un lugar que parecía ser el altillo, no alcanzaba a comprender todavía lo que había ocurrido, y mientras observaba a su alrededor e intentaba esbozar alguna idea, al girar descubrió el rostro feliz y esperanzado del hombrecito de blanco, que le extendió sus brazos, dando saltitos de alegría .

Era el mismo hombrecito que insistió ante Inchauti, y ahora estaba ansioso, esperando su nueva misión, su nuevo desafío, aguardando a la nueva elegida, con quien continuaría ese ciclo sin fín

Poco tiempo antes junto a Nico, Cielo habían descubierto que el portal del reloj comunicaba al mundo con otro llamado Eudamón, pero no sabía que era exactamente Eudamon.

— ¡bienvenida! — dijo alegre, victorioso.

— ¿y usted quién es? — preguntó Cielo, al simpático y carismático hombrecito vestido de blanco, que llevaba muchos relojes colgados sobre el chaleco.

— yo soy... me llamo... Bruno Bedoya Agüero, pero tal vez ese apellido todavía te traiga malos recuerdos, mejor decime Tic-tac...

Ahí donde se estaba Cielo no hay tiempo, no hay antes ni después, ni ayer ni mañana.

Los mayores ya se habían ido al campamento pero los chiquitos vieron como Clara comenzaba a cambiar, como de la nada de un día a otro superó lo sucedido con Cielo y aquel velo de tristeza había desparecido, sus ojos volvían a brillas y sus sonrisa de nuevo decoraba su bello rostro, todos creyeron que había sido por la conversación con Luz, pues ahora hacia más que nunca de hermana mayor, pero nadie era consciente de lo que en realidad sucedía.

La misma noche de la conversación con Luz, mientras dormía Clara despertó en el mismo lugar en el que estaba, pero en el cuarto no había ni rastro de ninguno de los chicos, desconcertada comenzó a buscarles por todo el hogar, pero la imágen de alguien a quien no buscaba inundio sus ojos de lágrimas.

Cielo estaba ahí parada en el altillo, y junto a ella el hombrecito de blanco.

Corrió hacia ella abrazandola, Cielo quedó algo desconcertada, pero se alegró cuando pudo abrazar y decirle a alguien a quien le importaba que estaba bien.

Le contó sobre todas aquellas tardes en las que ella lloraba junto a Clara por no poder decirle que estaba con ella, las noches que pasaba viendo cómo sus dos hermanas dormían juntas y deseaba poder estar con ellas y como sonrió cuando vio cómo Clara le aseguraba a Luz que iban a estar siempre juntas y que volverian a verla.

Tic-tac obervaba aquella escena con una gran sonrisa, y disimulando su emoción.

— ¿pero qué hace Clara acá? — preguntó con preocupación Cielo.

— lo suyo es mucho más sencillo — explicó Tic-tac, pero no pudo continuar porque Clara se lanzó a sus brazos, Tic Tac quiso disimularlo, pero la media sonrisa de sus labios dejó ver la alegría que le deba de nuevo su reencuentro con Clara, pero lo que más le emocionó fue ver que no le había olvidado.

No era la primera vez que ambos se veían, para Clara, Tic-tac siempre había sido su amigo invisible, aquel con el que ella se relacionaba cuando era pequeña, pero a medida que fue creciendo aquellos encuentros también fueron disminuyendo, hasta que de la nada dejaron de encontrarse.

— ¿vos conoces a relojito? — preguntó Cielo, y Clara divertida por el apodo que le había puesto asintió.

— es Tic...Tac — dijo moviendo la cabeza de un lado a otro, al igual que hizo el hombrecito.

Tic-tac explicó, después de obligar a ambas chicas a que le prestaran atención y dejarán sus charlas, que Clara era especial, y que desde su niñez, por su pureza y inocencia había podido llegar a través de sus sueños al lugar en donde estaban, en el otro plano.

Casi todas las noches Clara podía volver al otro plano, en donde estaba junto a Cielo y Tic-tac durante un corto tiempo. El hombrecito de blanco le tenía totalmente prohibido a Cielo hablarle sobre las cosas que él le explicaba, lo único que Clara podía saber era que tenía una misión, y que su presencia ahí era necesaria.

Clara subió al altillo en busca de Nico cuando una suave brisa, cálida, y un aroma lábil invadió el lugar.

Clara buscó a su alrededor para ver de donde provenía aquello, cuando vio la gran foto de Cielo y sé acercó a ella.

Cielo se pego aún más a Clara para hacerle sentir que seguia aun con ella, en ella.

La suave brisa y el aroma labil desapareció y Clara sintió de una manera irracional como si aquello fuera una despedida.

Clara toco su pecho y bajó la cabeza, al abrir sus ojos, junto a sus pies vio la pulserita que Cielo había perdido, la misma que subió buscando antes de casarse y supo que ahora sí que ya no podría volver a ver a Cielo pero sintió la paz de saber que tal vez pronto lo haría y ya no sería en sueños.

Cielo echó un último vistazo a lo que dejaba atrás, vio a sus chicos y el amor con el que se miraban y vio a Nico con la pequeña Esperanza en sus brazos, guardó esas imagenes en su corazón y siguió a Tic-Tac que la llevó frente a una puerta blanca.

Nico que también había sentido la despedida de Cielo reunió a todos los chicos les dijo que empezaran a considerar la posibilidad de que Cielo no volver a verla, él no sabía explicarlo, pero sentía que ella se había ido a un lugar del que no regresaría.

Los chicos tuvieron diferentes reacciones: algunos se angustiaron, otros se enojaron con Nico, otros fingieron indiferencia. sin dudarlo la ausencia de Cielo los atravesaba a todos con contundencia.

Clara y Luz lloraron durante una noche entera, mientras recordaban a Cielo, tenían esperanzas de creer que volvieran a verla, pero las palabras de Nico disminuyeron esas esperanzas.

Esa noche Luz y Clara se unieoron aún más y la promesa de que nunca se iban a separar se hizo más fuerte.

Clara Casi AngelesWhere stories live. Discover now