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CAPÍTULO TREINTA Y UNO.
Las Pruebas.

Cielo y los chicos habían ideado un plan para desenmascarar a Bartolomé. Había encontrado a un juez honesto, El juez Arteche.

El juez le dijo que antes de hacer cualquier cosa necesitaban pruebas, y lamentablemente ya no tenían el grabador a si que necesitaban nuevas.

La idea era poner cámaras y tratar de grabar a Bartolomé explotándolos y amenazándolos, a los chicos les pareció una buena idea, aunque riesgosa, pero para salir del drama que vivían a diario deberían correr riesgos.

— hay que tener fe — les pidió Cielo.

A pesar de las dudas, todos estuvieron de acuerdo con la idea de obtener pruebas. El juez les hizo llegar las camaritas y micrófonos, Mar y Clara iban a colocar las cámaras en lugares estratégicos, en el patio cubierto, en sus habitaciones, en la cocina, mientras Tacho y Rama lo colocaban en el lugar más peligroso, el escritorio, y Jazmín hacía de campana, se apresuraron a ponerla entre los libros y esconder luego el cableado.

Todo estaba preparado, ahora sólo restaba esperar que Bartolomé y Justina se incriminaran frente a una cámara oculta, pero paradójicamente Bartolomé estaba tan feliz con el casamiento de la bólida que los trataba mejor que nunca, hasta estaba más generoso y les daba postre ni siquiera habían sido enviados a robar en esos días, agrandado por el deseo de la herencia próxima, y gastando a cuenta, le había dicho a Justina que aflojara con el temita.

Como nada pasaba, Tacho propuso provocarlos un poce para que saltaran, Cielo opinó que no habría mejor provocación que los ensayos de la banda, y así lo hicieron pero tampoco funcionó y los chicos empezaban a impacientarse porque ni rastros había de maltratos ni amenazas por parte de Bartolomé o Justina, más allá de alguna que otra tensión amorosa, las cosas estaban bien entre los chicos.

Los chicos se iban turnando para vigilar las cámaras, para así estar atento a cualquier cosa que sucediera y que pudiera ser utilizado como prueba.

Clara junto a Cielo veían como Barto y Justina eran provocados una y otra vez por Rama y Tacho, pero nada resultaba, se reían de cualquier cosa a lo que los chicos se negaban y festejaban cada que encontraban una excusa para hacerlo.

— ¿en qué pensas? — preguntó Cielo viendo como los ojos de Clara se habían fijada en Bartolomé y Justina mientras brindaban en su despacho.

— yo no soy como vos, o como los chicos — se lamentó y miró a Cielo qué no entendía a lo que se estaba refiriendo — yo no soy valiente, yo no puedo enfrentarme a Barto ni a Justina, me dan miedo, no se como hacerlo, yo soy... cobarde.

— ¿qué decís?, no, nada que ver linda — acomodo los cabellos que sobresalían de su trenza — vos también sos valiente, mira lo que estás pasando, mira todo lo que viviste, ¿sabes que es lo que a mi me demuestra que sos valiente? — Clara negó esperando a que siguiera hablando — esto — le dibujo con sus dedos una sonrisa en sus labios, si los chicos envidiaban algo de Clara, era la sonrisa que siempre iluminaba su rostro, y que pasará lo que pasara nunca desaparecía — y los sueños que tenes, vos sos la que más esperanzas tenes de que esto va a terminar, y solo alguien valiente podría hacerlo, solo necesitas un poco de confianza y saber que yo estoy acá — tomó ambas manos de Clara uniendolas con la suya — y siempre voy a estar acá, para vos, para lo que necesites, así que sacate esas paparuchadas de la cabeza, de que vos no sos valiente, y no se que chucherías más tenes ahí.

— no son chucherías, yo nunca voy a poder enfrentar a Barto y Justina.

— y no hace falta, yo los voy a enfrentar no voy a dejar que te hagan nada, nunca más, siempre voy a estar con vos — aseguró como si de una promesa se tratase.

Después de días, al fin, la prueba que estaban buscando llegó, y con una contundencia y crueldad que superó ampliamente lo esperado.

Bartolomé había quedado con una gran ira después de que el escribano Lacroix le informará de que toda la herencia, en su totalidad, que le pertenecía a Malvina, después de casarse, fue destinada a una institución.

Entró al patio cubierto, Tacho era arrastrado por los pelos por el, y tras ellos venían Justina y Rama que fingía querer frenarlo.

— ¡ustedes, todos, a trabajar ya mismo! —gritó arrojando a Tacho al piso.

— ahora no podemos... — dijo Jazmín, continuando con el plan de provocarlo.

Justina le gruño a Clara, Rama la tomó de la mano y la escondió tras el, protegiendola de la ama de llaves, que río por aquello — el señor dijo a trabajar — insistió.

— no podemos — dijo Jazmín.

— tenemos que ensayar con la banda — la imitó Mar.

— a la calle, a robar, a traer billeteras! — gritó Bartolomé.

La insistente negación de los chicos terminó por hacer estallar a Bartolomé que comenzó a tirar cosas, a sacudirlos, a gritarles en la cara, les decía; que eran sus esclavos, que eran desperdicio, pequeños trozos de basura que dependían de él, que iban a trabajar y robar de por vida para él, como habían hecho desde que llegaron a ese lugar, que iban a robar un banco si hacía falta para compensar la herencia perdida.

Cielo tuvo que contenerse para no salir a frenarlo ella misma después de ver aquella escena desde las cámaras, pero vio que Tacho y Rama protegían con su cuerpo a las chicas y a los chiquitos, que lloraban, finalmente Bartolomé dejó de gritar, y se retiró, parecía exhausto, justina les reiteró que salieran a trabajar y volvieran rrrrepletos de billeteras, y salió tras Bartolomé, Tacho tomó el celular de Mar y llamó a Cielo.

— decime por favor que se grabó todo — dijo Tacho aún agitado por la violencia de la escena.

— se grabó todo perfecto — dijo Cielo, aún con lágrimas en los ojos — los tenemos, van a empezar a cosechar lo que sembraron.

Los chicos aun con el miedo en el cuerpo festejaron, con la esperanza de que fuera la última vez que tuvieran que vivir aquello.

La felicidad les duro poco, Bartolomé descubrió ese mismo día el camión desde donde vigilaban las cámaras, estacionadi frente a la mansión. Y en ese mismo momento les callo encima una lluvia torrencial.

Lo primero que hizo fue asegurarse de quemar cada una de las pruebas. Sin dejar rastro de nada que pudiera inculparlo.

Luego se ocupó de los chicos, los reunió a todos y les aseguró que le pagarían cada uno de esos vídeos que habían grabado, y si buscaban ser maltratados ahora lo serian realmente.

Clara no pudo dormir, tuvo miedo, Rama lo sabía, sabía que sería una noche complicada para ella.

Clara estaba con la frazada hasta la nariz, temblando, sintiendo una inquietud, una angustia, un desazón.

Unos ruiditos llamaron su atención, desde la puerta intentaba llamarla Rama, sin despertar a las otras chicas, ella se levantó y fue hasta el, la voz suave y rasposa de Rama seria un bálsamo para aquella noche triste.

— solo queria decirte que te amo.

— yo también te amo — dijo ella en voz baja, y tratando de contener sus lágrimas, pero poco pudo hacer, y sin ser consciente las lagrimas comenzaron a escapar de sus grandes ojos, Clara lloraba por miedo, y no solo por lo que le podrían hacer a ella, si no a Cielo, a Rama, Alelí, a los chicos. Tenía miedo de quedarse sola de nuevo, de perder a la gente que quería.

Estuvo unas horas con él, allá sentados, pero el sueño comenzó a ganarle a Rama y ella le propuso volver nuevamente a la cama. Pero esta vez ella estaba tranquila.

Clara Casi AngelesWhere stories live. Discover now