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CAPÍTULO DIEZ.
Un cuento de hadas.

Desde la llegada de Valeria al hogar, la joven incendiaria no había profundizado demasiado los lazos con ninguno de los chicos, por supuesto tenía afinidad con las chicas con las que compartía el cuarto, sobre todo con Mar y Jazmín, también se llevaba muy bien con la nueva, Caridad, y sin dudas detestaba a Tefi, la relación con Clara era un tanto extraña, no se llevaban mal, pero la situación se ponía incómoda cuando Rama estaba junto a ellas, ninguna había podido llegar a intimar verdaderamente con ella, como si les pusiera una valla y no las dejara avanzar más allá de lo que estaba dispuesta a contar de sí

Clara notó que a veces ella se ausentaba pasado el mediodía, y regresaba casi a la noche, luego advirtió que eso siempre ocurría los sábados. Primero intentó preguntarle a qué se debían esas salidas , y como encontró una respuesta esquiva. Clara creyó que debía investigar por su cuenta, para saber que era aquello, por si resultará ser algo malo.

Clara dudo sin embargo sentía que si necesitaba ayuda, sentia responsabilidad de ayudarla, al igual que Cielo habría echo.

Así que decidió seguirla, El sábado siguiente, como lo hacía cada semana, Valeria abandonó la mesa tras el almuerzo, mientras todos permanecían en ruidosa sobremesa, y se fue del hogar.

Clara la siguió hasta la estación, y se subió al mismo tren al que subió ella, viajaron durante unos cuarenta minutos, hasta que ella bajó, Clara hizo lo propio y la siguió durante unas diez cuadras, cuando llegaron a destino, comprendió de que se trataban esas misteriosas salidas al verla colocarse en la fila de visitas a los presidiarios de un penal.

Ante ese descubrimiento, Clara decidió volverse, pero cuando se dio la vuelta se sorprendió al ver que Rama estaba también allá, como ella también habia seguido a Valeria.

Ambos sintieron el incómodo momento en el que estaban, se miraban y miraban a Valeria en la fila aún sin percatarse de su presencia.

— no hace falta que me expliques nada — interrumpió Clara al ver cómo Rama entre dudas comenzaba a hablar.

— no pasa que yo... sólo...

— de verdad, no necesito explicaciones — insistió.

Valeria los vio, furiosa, desde la fila, ellos solo atinaron a sonreírle, como si se led hubiera ocurrido inventarsw que estaban allí por una casualidad, pero ella no les dio tiempo a nada.

— ¡me siguieron!  ¡estan relocos, gatos! — gritó ella enfurecida.

— yo solo me preocupé por vos, Vale, estabas rara, con esas salidas misteriosas, y... — intentó justificar Rama.

— ¿quién te crees que sos para seguirme? ¿qué te preocupas por mí? ¿qué te importo yo?

— por supuesto que me importas — esta revelación llegó a los oídos de Clara como una daga afilada y Rama al instante se dio cuenta del dolor que causó esas palabras en Clara, que bajó la cabeza, y se arrepintió.

— a mi no me importa si te importo o no.

— ¿a quién tenés acá? — preguntó Clara intentando salir del rumbo que estaba comenzado a tomar la discusión.

— no te importa

— ¿tenés a algún familiar preso? — preguntó Rama

— ¡mi novio está preso! — confesó ella por fin, y Rama asintió, sin más, con un gran enredo en cabeza que apenas él podía comprender, y ahora la confesión sólo hacia que enredar más sus pensamientos.

Clara Casi AngelesWhere stories live. Discover now